¿Qué fue más doloroso? ¿Ver a Marin atacarla o escuchar cada uno de sus reclamos? Sin duda alguna, ambas opciones se incrustaron en su pecho como una dolorosa flecha. ¿En serio se sentía así? ¿Todo ese tiempo? Nunca notó que el chico sufría, y por culpa suya.

Kitty sacó su bastón para defenderse, moviendo éste en “espejo” a los ataques. No estaba demasiado concentrada, pues las palabras del chico retumbaban en su cabeza como campanadas, una y otra y otra vez.

— ¡M-m-Marin! ¡Deja de decir tonterías! — En la primer oportunidad que tuvo, se agachó; elevó el bastón, apuntando al abdomen de Marin y ahí lo extendió, empujándolo lejos. Eso iba a darle algo de tiempo.

— Nunca me pareciste ridículo. ¡Eres mi mejor amigo! Y estoy segura que este no eres tú. ¿Por qué no lo entiendes? — Frunció el ceño. Alistó el bastón una vez más; miró de soslayo a Chat Noir y Ladybug, luego al partner-in-crime de Marin. ¿Qué estaba pasando? ¿Ese caos era por ella?

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