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Antre, tanpri, cher. Mon parlour siempre está abierta.
 
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MrLv1581128 · 31-35, F
—Oh, cher, no te subestimes. La gente siempre es de utilidad... Mais d'accord, j'accepte.

Dijo socarrona, y se encogió de hombros, como sacudiéndose aquella cuestión que al final también le resultaba nimia, pues siempre y cuando hubiera pago, había equilibrio. Observó entonces cómo la mujer buscaba algo en su bolso, y cuando pareció cambiar de opinión, la sonrisa de la creole se volvió tan afilada como su mirada penetrante, llena de satisfacción latente. Con un movimiento de mano, pareció volver a sacudir esa cuestión, como si fuese una nimiedad más.

—Parfé, cher. Esos tecnicismos las podemos dejar para después; mamá Laveau es de confianza.

Siseó con carisma, y volvió su mirar al muñeco.

—Asté, cher, debes terminar esa tarea con siete nudos. Cuéntalos bien, deben ser siete nudos antes de que cortes el cabello. Y lo siguiente que harás, será vestir al muñeco con el pañuelo que me has traído; puede ser un envoltorio sencillo, pero debe estar bien asido a él, d'accord?
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— Será dinero, Madame. — La reputación de la Madame sin duda la precedía, y mientras seguía cosiendo, asintió a su propia respuesta. — Dudo que en algo pueda servirle o ser de utilidad.

Finalmente terminó la tarea encomendada, y sostuvo el muñeco entre sus palmas, sin creer muy bien lo que estaba pasando en ese mismo instante de su vida. Su actitud era nerviosa, ansiosa, curiosa y temerosa por todas las posibilidades. ¿En verdad iba a funcionar?

— Permitame y... — Metió la mano dentro de su bolso y, tras un par de segundos revolviendo, movió esta con más desesperación. Su cartera no estaba.

— Me parece que... Será lo segundo. — Dijo, dejando el muñeco en la mesa.
MrLv1581128 · 31-35, F
Siguió con satisfacción cada movimiento de la pelinegra, como quien supervisa algo con minuciosidad, y ante el cuestionamiento de la ajena, la creole sonrió, casi maliciosa, resaltando así sus pómulos.

—Oh, cher, es precio es nimio, y como soy benévola, te daré un par de opciones.

Musitó, e hizo una pausa en suspenso natural, llevándose con calma una de sus manos a su mejilla izquierda, como quien medita sobre algo.

—Puede ser dinero; nimio, lo sé.

Admitió despreocupada, mirándola de reojo y encogiéndose de hombros con calma, y retomó.

—O puedes quedarme a deber un favor.

Volvió a hacer otra pausa, y una sonrisa casi sardónica se dibujó en su rostro. Quizá sus expresiones eran intimidades, entre esas miradas y esas sonrisas, pero la realidad era que tenía una reputación que mantener, el misterio y el horror debían seguir presentes.

—¿Qué dices, cher? ¿Qué tipo de pago elegirás?

Cuestionó, más como un siseo que como una pregunta, aguzando la mirada sobre ella.
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Tomó la aguja entre sus dedos, un poco más convencida de lo que estaba haciendo en esos momentos. Asintió y con cuidado arrancó una de sus largas hebras negras, haciendo una pequeña mueca de dolor al arrancarlo.

— Madame... Aun no me ha dicho cual será el costo de todo esto.

Dijo por lo bajo mientras empezaba a coser con cuidado el pequeño muñeco entre sus manos, tratando que nada salga de la cabeza de este, poniendo especial cuidado en cada una de sus acciones.
MrLv1581128 · 31-35, F
Asintió, y su sonrisa se pronunció, el recato de su clienta le divertía, así como la la concentración de la ajena mientras observaba, y bien repetía el nombre de Loa.

—Wé-wé, tre byin, cher.

Asintió con aprobación, acercándole ahora una aguja, ofreciéndosela.

— Ahora, cher, debes de coser la cabeza al cuerpo con uno de tus cabellos. D'accord?

Enarcó una de sus cejas para remarcar la interrogante, pero más que una interrogante, parecía una invitación.
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Al final, cubrió su boca para depositar la "muestra" que le pidió, pues le daba algo de pena que la viera hacer algo así. — ¿Así está bien, Madame? — Dijo levantando el muñeco y extendiéndolo hacia ella.
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Asombrada era poco para lo que estaba presenciando en ese momento. Fuera cierto o no, la mujer parecía saber lo que hacía, y ser la adoración del hombre deseado como forma de atadura no sonaba tan malo... ¿no?

Siguió en silencio cada uno de sus movimientos, mirando con especial atención al pequeño muñeco de tela que ahora estaba en la mano de la mujer, repitiendo el nombre "Loa" casi como si buscara aprenderlo y memorizarlo.

Extendió sus manos hacia ella y dejó ambas cosas en la mesa, para así hacer la labor obedientemente, agarrando con la punta de sus dedos los materiales y rellenar la cabeza del muñeco.
MrLv1581128 · 31-35, F
—Aya bomba ya bombai. Lamassam Loa! Van van tavana dogai. Aya bomba ya bombai! Lamassam Loa!

Terminó de rellenar el pedazo de tela, y este tomó forma de un pequeño cuerpo humano, subió la mirada para encontrarse con la de la mujer.

—Loa es généreuse con quien acude a mí, pues su poder aleja los obstáculos que se presentan en los caminos del amor.

Acotó, y le extendió el pequeño cuerpo, y otro pedazo de tela redondo, junto con un poco de azafrán, pétalos secos de rosa, y nuez moscada.

—Ahora, necesito que rellenes la cabeza con esto, y un poco de tu saliva.
MrLv1581128 · 31-35, F
—Tre byin

Sonrió con satisfacción ante la aceptación de la contraria, y su rostro se ensombreció ligeramente. De inmediato se puso de pie, y se contoneó hasta una mesa cercana de roble macizo y oscuro, donde comenzó a juntas algunas especias y objetos que puso en una bandeja de madera.

—Serás su única adoración, cher, esa es una atadura

Agregó, y regresó a la mesa, poniendo todo al frente, con calma, manteniendo la misma sonrisa.

— D'accord.

Tomó un pedazo de tela, y comenzó a rellenarlo con algunas de las hierbas secas, mientras cantaba
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— ¿Atarme a él? ¿Atada en qué sentido?

Se reclinó un poco hacia atrás en su silla. De lejos parecía que la pelinegra no encajaba del todo en ese lugar, pero algo en su interior le decía que debía estar con él, y lo haría. Por las buenas o por las malas.

Echó su cabello por detrás de su oreja y suspiró, dejando el pañuelo sobre la mesa con titubeo, como si estuviera entregando un preciado tesoro a manos de una desconocida.

— No importa... Estoy de acuerdo.

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