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Mostima · 26-30, F
Los brazos de Lemuen eran un consuelo para la viajera perdida, que en sus travesías dejaba ríos de sangre debajo de sus pies, cada paso que daba era pecado... y ella era su perdón, su salvación, su confesora... esas atrocidades solo podía saberlas ella.
Pero esta vez ni siquiera podía hablar, simplemente se quedó ahí, temblando como una niña asustada.
Pero esta vez ni siquiera podía hablar, simplemente se quedó ahí, temblando como una niña asustada.
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