¿Tú puedes vivir sigaños? —Ahora era ella quien mostraba curiosidad, incluso se arrastró un poco de su lugar, acercándose a ella, cuidando de no aplastar las flores. Cubrió sus labios y una pequeña risa se le escapó.— Tienes un alma conectada a la naturaleza, eres libre como ella. Tus sigaños serían pocos para correr por los valles.

Hmm... -No tiene una noción concreta de cuantos sigaños podría vivir. La madre de su madre seguro tiene algunos encima pero suele enojar cuando ella y sus hermanas quieren indagar.- Sí. Quisiera vivir algunos sigaños para explorar estepas y divertidos rincones.

—Una tierna sonrisa decoró sus labios, era inocente, le recordaba a sus ninfas, así que el lado más paciente salía a flote.— Cien. Para mí, un sigaño son cien años para ti. Es mucho tiempo, ¿verdad?

¿Muy largos? ¿Cuántos años conforman un sigaño? -Es curiosa por eso no se frena ni tantito para preguntar. Empieza a trenzar los tallos de las flores entre sí, muy despacito.-

¿Sigaños? —Le tomó unos segundos entender y se tuvo que reír del juego de palabras. Con cuidado, pidió permiso a las flores para sentarse entre ellas, no queriendo aplastar ninguna.— Los sigaños son años largos.

¿Sigaños? Que raros son algunos. -Se echa a reír con sincera sorpresa de tan inusual palabra. De inmediato empieza a recolectar las flores más bonitas.-

Me encantaría, hace sig... años, que no uso una. —La sonrisa de emoción fue bastante genuina, hasta mostró los dientes.—

Si. El secreto es no dejar los tallos cortos ¿Quieres una?

Me gusta tu corona de flores... Me recuerdas mucho a alguien, ¿tú la hiciste?