Con los lentes fuera fue más sencillo para la escritora tomar el rostro de su adorado y acomodarla suavemente sobre su pecho. Acaricio la melena azul y contempló en silencio algunos de los cambios que podía leer solo de vistazo. Siempre sus ideas mejoraban con cada cambio por eso no lo había detenido de seguir experimentando. — Yo creo que cada corrección que haz hecho se merece su propio libro... Cada versión fue preciosa. Pero entiendo que quieras esforzarte... Y te garantizo que serás bien recompensado, tienes un talento nato, cualquiera lo reconocerá al instante... Aún así, prométeme que vas a descansar.