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Moonique · 26-30, F
Más tarde en el día, cuando empezaba a sentirse mejor, su llanto se había pausado, tomó su teléfono y leyó el mensaje. No lo respondió, sólo se quedó observando la pantalla por unos segundos. Las ganas de llorar le abordaron, pero la alarma en su teléfono le hizo reaccionar: era hora de recojer a su hija de la escuela; no había tiempo para llorar. Se fortaleció y continuó con su día.
{ Fin }
{ Fin }
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