Ordenó sus mechones, claro. Lo hizo con suavidad y cuidado, observando el lienzo de su rostro, como si buscase en sus facciones de mujer, las de esa niña que creció junto con él— Es toda mi culpa entonces. —dice en un auto regaño, mero juego al sostenerla en sus brazos, abrazándola y alzándola del piso por segundos, riendo al soltarla para echarse atrás el cabello y de esa forma, pasar a tumbarse sobre la cama— ¿Ahora tú me cuidarás a mi, mamá? Me duché ésta mañana. —alzó el brazo derecho para olisquear bajo su axila— Ah, parfum d'amour.
—Basta, me avergüenzo. — Moon sólo atinó a sonreír, acostumbrada al trato de Nicola, sobreprotector y cariñoso. Inclinó el rostro para que pudiera arreglarle el cabello, relajándose en la presencia de su hermano. A su vez, estiró las arrugas que se le habían formado en la tela de su camisa. —Cuando te descuidaste, sino no hubiera podido. —Sonrió y le abrazó con fuerza, cerrando los ojos. — Hueles a cigarros, ¿hace cuánto no te bañas? —bromeó.
— Qui t'a donné la permission de sortir comme ça? —puso su gesto más serio, casi imposible, supuestamente indignado hasta acercarse a ella y acomodarle el cabello— ¿En qué momento creciste tanto, ma petite? —lo dice con nostalgia, pero sonríe a pesar de eso.
