Uno de los chicos le tomó del hombro. Nicola saltó por la tensión y finalmente asintió— Debo irme, no sé cuándo volveré... Es mi madre. —no hizo falta decir más, era obvio el mensaje. El resto entendió y asintió en silencio antes de verlo partir.
Para Nicola no era simplemente el ir y ver que su madre moría, no, era reencontrarse con el pasado, con aquello de lo que huyó buscando la felicidad en cualquier rincón del mundo. Era reencontrarse con su padre también, y eso le oprimía el pecho.
Pero sabía algo con certeza, debía estar ahí al lado de su pequeña hermana, Moonique.
— Cancer? Depuis quand? —al fin habló, el resto se miró entre si y mientras, él escuchó al otro lado del teléfono, no había más información, nadie tenía respuestas ante algo así, siquiera su pobre Moonique.— Je suis en route.
Moonique, attends-moi.
Colgó errático, guardando el celular en el bolsillo del pantalón para tomar con prisa su chaqueta tendida en el respaldo de un banquillo.
La voz se le cortó cómo si toda palabra le fuese arrancada de raíz ¿qué decir cuando el pecho se siente vacío? No había sensación más agobiante que esa, incluso tuvo que echarse par de pasos hacia atrás, recargandose en la barra del bar donde por las noches solía cantar.
Su madre ¿moriría? Quizá... Cáncer, escuchó ¿cuándo? ¿cómo? Pasó saliva al fin, el resto de los músicos miraban a Nicola ahora pálido, estaba mareado, abrumado con el sin fin de imágenes que se acumularon en su mente, recuerdos: El último beso cuando se fue de casa, la caricia piadosa de quién niega la naturaleza de su fruto pero compadece su destino, las risas frescas con sus hermanas. La comida caliente sobre la mesa, el suéter bordado que su madre hizo y que aún conservaba en el ropero. Todo le apabulló como nunca antes, siquiera cuando se fue de casa sintió algo como eso. "¿Todo bien?" Uno de los chicos de la banda le habló, fue como un susurro en la distancia, Nicola ni escuchó, estaba mudo y sólo reaccionó c
