Después de aquello, no dijo nada más. Dejó que la calma reinara la instancia al compás de las respiraciones tranquilas de ambos. Al cabo de unos minutos, rodeó a Audric entre sus brazos con gentileza y cerró los ojos para dormitar, sintiéndose en paz, relajada, y se habría quedado dormida del todo, de no ser por el constante "tic-tic-tic" de las patitas de sus perros contra el piso de cerámica.
Abrió los ojos un poco para encontrar a Gerard observandolos desde lejos, con su carita arrugada y fruncida. Moon apretó sus labios para reprimir una risa, y reprocharle en un susurro:
