MoHualing

Las noches de oscuridad eran una invitación que el dragón no se daba la oportunidad de rechazar. Cada cierto tiempo la oscuridad parecía reinar en la ciudad y, para alguien que debía controlar muchos de sus instintos ante los humanos, era el momento perfecto para dejar salir todos sus secretos, mantenerse oculto aún pese al tamaño, la ferocidad... Y dejar que todo fuese echado en culpabilidad al destino, a la incertidumbre, a la oscuridad. Olfatear el aroma del miedo, de la adrenalina en su presa era algo que lo incitaba a continuar en su caza, surcando los cielos con devoción, con rapidez. No había nada que se pudiera ocultar de su visión y es que, para un dragón semi adulto como él, toda oportunidad de atrapar una presa era única, fascinante y divertida.

Camino a casa en su apariencia humana, Skyler, a como se estaba terminando de acostumbrar a ser llamado, se relamía los dedos que aún tenían algo de sangre fresca, misma que había pertenecido en vida a un par de vacas que pasaron a convertirse en su presa. Y es que debía asegurarse de no tener rastros de sangre o podría ser sospechoso de algún acto ilegal... Más allá del hurto y asesinato de ganado, algo que parecía no importarle tanto.

Exhausto, se detuvo en el parque cercano a casa para descansar, hacia varios días que no se transformaba, el proceso no era cansado, pero él era en ocasiones bastante perezoso. Estiró los brazos por sobre la cabeza y bostezó con descaro. Relamió los caninos y posterior los labios, afinó la vista, dejando que su pupila de achicase un poco para darle la libertad de utilizar el sentido agudizado de la vista. Fue así, que dio con aquella mujer que se encontraba allí mismo, en otra de las tantas bancas que el parque tenía. Levantó la mirada, intentando buscar algún rastro de luz de estrellas entre toda esa oscuridad.

– Quizá debí de aprovechar para cazar algo más grande. O debí llamar a los chicos.