—Al ver esa reacción infantil de preocupación por las flores, metió la mano en la bolsa del suéter que llevaba puesto, y sacó unos pequeños paquetitos que le ofreció al rubio.— Ten, sí le echas este polvo al agua, tus flores vivirán más… Es comida para flores. —dijo sonriente, mirándole con más naturalidad. Al menos hasta que el rubio hizo aquella impertinente pregunta que la puso otra vez como un tomate.— Nani o itte iru, baka?! Por supuesto que me iré sin darte un beso, tsk!
— ¡Jajaja!— Soltó una carcajada al ver la reacción de la azabache frente a sus propias ocurrencias. Le gustaba muchísimo verla así, y debía admitirlo: realmente se sentía atraído por ella desde hace mucho tiempo atrás. — ¿Ah?, Pero no quiero que mueran nunca... — Estaba en su momento de niñato y por esa razón actuaba como un mocoso malcriado que no quiere entender el proceso natural de las cosas. — ¿Te irás sin darme un beso?— Afiló una peligrosa mirada sobre ella.
I-iiada! —puso las manos al frente, una reacción instintiva ante el prospecto de la cercanía del rubio, no necesitaba ponerse más nerviosa. ¡Tonto Draken! Ya se las pagaría… Pero mientras, tenía que admitir que era refrescante verle sonreír con ese… ¿brillo? Quizá Draken había entendido algo que ella no, y eso era que el rubio necesitaba ánimos. Suspiró con cierta pesadez, y levantó la mirada con cierto trabajo.— Q-qué bueno que te gustaron… No olvides ponerlas en agua, o morirán muy rápido. Tengo que irme, debo hacer más entregas. —dijo en una voz inusualmente taimada, y detrás de ella se apreciaba su bicicleta con algunos arreglos florales en sus canastas.—
Abrió nuevamente los párpados exponiendo esa mirada perezosa que tanto le caracterizaba pero a diferencia de otras veces tenía un peculiar brillo en sus iries. — ¿Sí? ¿Puedo olfatearte?— Cuestionó descaradamente.
Más bien… Huelo a flores quizá, por qué siempre trabajo entre ellas… —pareció meditar en voz alta, nunca había pensado en ese hecho. Y cuando sus ojos volvieron al rubio, no pudo evitar sonrojarse un poco más al verle sonreír así, no recordaba haberlo visto así nunca antes.—
— Pero ... ¡Huelen a ti!— Cerró ambos párpados para completar el cálido gesto con una sonrisa genuina; el corazón de Manjiro estaba muy alegre y era una sensación qué parecía no experimentar desde hace mucho tiempo.
Na-nani shite iru no?! —estaba horrorizada ante la forma en la que las sostenía.— ¿Qué no ves que mi madre se esfuerza mucho en arreglarlas? Mattaku! —sus ojos se posaron en las flores, no podía seguir viendo esa sonrisa boba sin sonrojarse más.— Ba-baka… Es solo mi trabajo, tsk!
O-oi… ¿Por qué pones esa cara de tonto? Sólo son flores, tsk! —desvió la mirada con nerviosismo, y se cruzó de brazos, con un ligero rubor en las mejillas.—
