— espero al menos sea un collar que valga la pena, pero tampoco me queda la idea de tener alguiend andome ordenes

— ¡Ja, ja, ja, ja! Sabía que ibas a picar el anzuelo con ese comentario.

Quizá su pequeña broma le había hecho ganarse un mordisco, pero valió la pena. Sacudió un poco la mano, de una manera que no resultaba ni muy brusca ni muy apresurada. Quería evitar que en algún forcejeo por librarse acabase lastimado por los filosos colmillos.

— Lo lamento pero soy terrible con las figuras de autoridad. Además, un collar te sentaría más lindo a ti que a mí.

— te falta salir mas Kaeya....

*era una sensacion muy placentera como su lomo era atentendido cerraba los ojos cayendo en un transe donde la tranquilidad le llenaba los sentidos, pero abre uno de sus ojos y zas! de un mordisco en la mano bajo el lomo*

— Mascota???? mas bien serías tu quien atienda a una divinidad... ! un... sirviente le llaman?

— No me culpes, antes de ti, no había tratado con otro zorro. ¿Cómo iba a saber si soltaban pelos como los gatos o no?

Sonrió victorioso, y lleno de satisfacción, cuando encontró el punto débil de la muchacha. Su mano izquierda se dedicó única y exclusivamente a acariciarle el lomo, mientras la derecha tuvo por tarea acariciarle debajo del mentón.

— Creo que a estas alturas ya debería adoptarte como mascota.

—soy un zorro no un gato .-.

*imposible no ocultar la mueca cuando cerro los ojos y el tono de su voz fue sarcastico, mas al confundirle con un animal que botara pelo.

Esas caricias le hacen moverse pero cuando llega al lomo se queda quieta completamente menando la cola de un lado al otro*

— Dime que los zorros no sueltan mucho pelo. No quiero tener que estar sacándoselos a mi ropa.

Su tono se notaba por demás juguetón. No era algo que realmente le molestara. Además, que él supiera, hasta ese momento ella nunca le había provocado esa clase de problemas al transformarse. Sus manos fueron tanteando cuál era el lugar más idóneo para consentir: le rascaba la cabeza y detrás de la oreja, luego el mentón y después el lomo.

— es dulce, mas dulce que los arándanos

*como si de un cachorro se tratara ella se fue moviendo hasta quedar en mediod e las piernas asi acomdoarse sentada elevando la cara*

— mucho, aunque me gusta mas aca, ademas se ve mejor y me cubro del sol con tu cuerpo

— ¿En serio? ¿Y qué clase de aroma tengo yo?

Por un instante aquel pétalo le tomó por sorpresa y le pareció extraño. No había ningún árbol de cerezos cerca, ¿o sí? Pero entonces, al sentir a la pequeña criatura sobre su cabeza, lo comprendió todo. Se le escapó una risa pequeña, mientras sus manos subieron hasta la muchacha para acariciar su lomo, su cabeza y sus orejas.

— ¿Estás cómoda? — Preguntó juguetón. La verdad a él no le incomodaba tenerla ahí —. ¿Por qué debería hacerlo? Tienen que aprender la lección.

— claro que no, es fácil encontrar las cosas sobre todo por los aromas, aca todo huele mal, solo tu aroma es diferente

*miraba como discuten dándole ordenes al otro, asi que en un parpadeo caen unos pétalos de cerezo en la nariz del varon y aquel mechon con el que jugaba desaparece, para terminar aquella bolita naranja de dos patas en la espalda encorvada y las otras entre esos cabellos*

— Ddeberias ayudarles

— Pero si es mucho más difícil perderse en campo abierto que en la ciudad —. Rodó los ojos. Bueno, más bien, rodó su único ojo a la vista.

La sensación de esas hebras entre sus dedos era agradable. Se preguntaba cómo mantenía el cabello tan suave, ¿acaso las kitsune usaban productos de aseo personal de forma tan cuidadosa? Aunque pronto su atención regresó hasta el par tan dispar que se había perdido por culpa de él.

— Seguro es cuestión de tiempo para que cada uno decida irse por su cuenta.