-No le permitió siquiera finalizar aquella frase. Mientras tanto Marieshka se iba poniendo de pie con calma, tomando su bolso para acomodarlo bajo su brazo. Sin importar parecer inoportuna, se dispuso a abandonar la copa llena sobre la mesa junto a su servidor.- Espero entonces que pueda experimentar todo el placer que busca.. de la forma más desmedida posible. -Se mostró ínfimamente gentil dentro de su frialdad, aunque no lograba coincidir con quien la acompañaba.- Debo retirarme, tengo compromisos que atender. -Comentó antes de enfilar hacia fuera.-
— Para nada... — respondió de froma inmediata. — ... pretenscioso es fingir que uno no puede liberar sus más grandes deseos e inquietudes siendo un esclavo de la basura a la que la sociedad llama moralidad. — recargó su rostro sobre su mano izquierda en un gesto divertido. — Lo son, puede ser... pero no cuando se tiene el suficiente... tiempo. — había pausado ante la última palabra a modo de hacer enfasis.
- La espera no la incomodó, pero si le trajo sospechas. Si bien se rodeaba de seres dubitativos, los ajenos a sus contactos nunca eran de fiar. Hizo girar la base de copa hasta que el sujeto se se sentó frente a ella, lo que requirió su total atención.- Eso es algo pretencioso, ¿no cree? Después de todo, los placeres terrenales son infinitos. ¿Qué es lo que quiere realmente?
Tomó su tiempo para dar respuesta, incluso bebió de su copa en un espectral silecio, pareciera que pensaba en su respuesta o tan solo tonteaba para hacer algo de tiempo y disfrutar del momento. — Puedes llamarme Dorian... — inició dirigiéndose frente a ella, tomado asiento en la silla que ella miraba para finalmente cruzar su mirada con una juguetona sonrisa. — ... y lo que busco es experimentar toda clase de placeres que ofrece este mundo, desde los más simples, hasta los más... excentricos. — Sirvió una segunda ronda en su copa.
-Tomó la copa sin siquiera agradecer, pero sonrió al acercarla para sentir su aroma. Pronto cruzó un muslo sobre otro y dirigió su mirada a la silla frente a ella, aún vacía.- Cuénteme, señor... -Hizo una pausa, esperando una presentación mientras reposaba la copa sobre la mesa.-
-Solo un ojo entrenado podría notar el sutil gesto de desprecio que mostró al escuchar la respuesta. Pero cambió al instante de página, cuando tomó asiento en una mesa vacía del bar.- Disfruto del Malbec. -Indicó, pretendiendo que el caballero actúe en consecuencia.-
Toma la tarjeta usando un par de dedos y la coloca frente a su rostro para leerla más de cerca. — Interesante, el precio me parece razonable. — mencionó mirándola de vuelta.— ¿Obediente? Algo se puede hacer... — completó.
No soy ese tipo de demonio, cielo, por más que lo parezca. El precio es una billetera abultada y un comportamiento obediente. -Le extiende su tarjeta.- Soy selectiva con mis clientes, pero puedes intentarlo.
