Usando su propio pañuelo que el mimsmo extrajo de su bolsillo, limpió la saliva que ella había dejado al lamer su cuello. Abrió lentamente sus ojos, volviendo a su postura normal, y le miró con una juguetona sonrisa ante la interrogante de la fémina.
— ¿Que soy? Hmmm... Soy complicado...
Menciona algo travieso, como respuesta. Y aunado a esa sonrisa le guiña el ojo. Cada movimiento que prefería al limpiar lo hacía tan cuidadoso y refinado, como lo haría cualquier aristócrata, pues lo era.
