Usando su propio pañuelo que el mimsmo extrajo de su bolsillo, limpió la saliva que ella había dejado al lamer su cuello. Abrió lentamente sus ojos, volviendo a su postura normal, y le miró con una juguetona sonrisa ante la interrogante de la fémina.
— ¿Que soy? Hmmm... Soy complicado...
Menciona algo travieso, como respuesta. Y aunado a esa sonrisa le guiña el ojo. Cada movimiento que prefería al limpiar lo hacía tan cuidadoso y refinado, como lo haría cualquier aristócrata, pues lo era.
-La saliva de Minami fungía como una especie de regenerativo de la piel, pero jamás vio tal reacción, le fue soltando de forma delicada y suave, pasando su dedo por aquel mentón hasta liberarlo, finalmente descendió al punto de que sus pies tocaron el piso y ocultó sus alas, extrajo un pañuelo y limpió sus labios delicadamente, teniendo los parpados entrecerrados.-
Tu sangre tiene un sabor peculiar al de los humanos, además, la regeneración que tuvo tu piel... No es normal. ¿Qué eres?
-Guardó el pañuelo y después dibujó una elegante y amable sonrisa, acompañad de una pequeña reverencia.-
Agradezco la comida, tenía mucho sin beber sangre "directo del envase"~
Se dejó guiar por aquel delicado toque al elevar su mentón, procuró mantenerse calmo y sin alterar su respiración o presión arterial, de lo contrario una incontrolable hemorragia ocurriría.
— Help yourself.
Fue breve, pero pudo sentir aquella lamida, misma que erizo su piel, y pronto aquella punzada en su cuello tras su piel ser perforada para así sentir a continuación, cómo su sangre era drenada. Apretó sus ojos tras cerrarlos de momento, dicha sensación que se asemejaba a como si alquien le quitara la vida a través de un acto tan barbárico, pero excitante.
Y alnterminar, aquel par de marcas dejadas en su cuello se desvanecieron totalmente al convertirse en cenizas, regenerando su blanca y perfecta piel.
-Hizo aparecer sus alas y con ello le ayudó a quedar a una altura más elevada, tomó su mentó para así exponer más su cuello, entonces, se acercó lamiendo dicha zona, para después hacer emerger sus colmillos y encajarlos en aquella suave piel hasta lastimarla y que finalmente aquel exquisito líquido carmín emergiera, succionó sólo un poco hasta recoger lo estrictamente necesario y después, volvió a lamer aquella zona, lo cual disminuiría el dolor provocado por la herida, la joven se veía sonrojada y con los ojos con un tono igual de intenso que el carmesí de esa sangre.-
