Ha pasado ya un año desde que se conocieron y de hecho, en el transcurso de todo ese tiempo, Minami habría comenzado a desarrollar mucho mejor las características de su raza vampírica, en cuanto a lo físico era bastante evidente que así fue, pero también, ella fue obteniendo nuevas habilidades únicas correspondientes a la mencionada raza. Era un día cualquiera en el palacio Astrea, por lo que fue directamente a visitarla hacia la habitación, aquella donde pasaban sus noches juntos, abrió la misma y tras observar a su amada en prendas tan diminutas que no dejan nada a la imaginación, no tardó en esbozar una amplia sonrisa. — Mi amada Minami... — Dijo ingresando en el recinto, cerrando la puerta para que nadie pueda molestarlos.
