Grácil y fluido fue su danzar al grado en que cada movimiento lo hacía tan natural, y ¿Cómo no hacerlo? Si el danzar era algo tan requerido entre los nobles, pues a través de aquel acto se creaba comunicación y se construían relaciones entre los mismos.

Parecía que había conseguido un pez gordo al conseguir a la dama Minami como compañera de baile, pues pudo percatarse de las miradas ajenas puestas sobre ellos. Una hermosa y gracil dama que en la plenitud de su vida irradiaba lo que no hacia falta repetir; y por otro lado aquel rubio joven que aunque con un porte más conservador, no hacía falta decir que éste era un Adonis, pues en conjunto con su rubia cabellera, aquel par de profundos ojos azulados se aunaban a aquella blanca y tersa piel, de la cual un leve sonrojado se hallaba en sus mejillas.

― Es un lindo nombre ¿Oreintal? Mi nombre es Dorian.

Respondió resaltando aquella inocente sonrisa del muchacho que al parecer se encontraba en la misma edad que su acompañante.