[code]─ Es un regalo para ambos. ─sentenció con firmeza para que no se arruinara el momento. Estaba gozando de ver ese tono rojizo sobre el angelical rostro de la mujer, siendo esas mismas reacciones las que venía buscando desde un inicio.─ No empieces a tocarme los cojones con esas preguntas infantiles. ─frunció el entrecejo con ligereza, mostrando un cierto desagrado que se desvaneció tras unos segundos.─ Aunque sí puedes tocarlos de la manera literal. ─su malicia salió a flote y, con ello, su tacto se deslizó por las piernas recubiertas por esa fina tela.[/code]