— No tenía intención es de revelar sus intenciones con ese hombre al que apenas y reconoce ante sus ojos, no sabe quien es, pero está segura haberlo visto en algún lugar, o tal vez un cartel de la ciudad. Ella da un respingo enfurecida por la nalgada, e intenta tomar distancia empujando el cuerpo para alejarlo un paso de ella.— ¡Deja de hacer eso maldita sea! — retrocedió, mirando mejor la cara de él tras verlo sin sus lentes, tenía la misma cara que cualquier morboso, de esos no se suele librar nunca, así como él no se suele librar nunca.— Vayamos al bar, porque no pienso poner un pie donde vives, sádico. — se cruzó de brazos debajo de su busto, resonando el tacón con impaciencia ante la espera.—

Depende de lo que desees. —Sus ojos fueron firmes hacia Anaïs, ahuyentarían a cualquier debilucho que no tomase en cuenta su poderío, poderío que le demostró, y que recalcó, azotando su culo nuevamente de forma poco, o muy poco, piadosa.— Un bar quizá para humectar la garganta... —Pausó, quitándose los lentes con la mano que tenía libre.— Un restaurante para cenar... O mi casa, para el postre de saciedad.

— Rodó los ojos y suspiró pesadamente luego de oírlo. Era natural que ella levantara interés en cualquiera, hombres o mujeres, siempre buscaban acercarse y hacerle propuestas que generalmente rozaban lo indecente; esos toques en su trasero lo demostraban. No pensó tampoco declinar su propuesta, necesitaba algo másde diversión después de su larga ausencia.— ¿A dónde podría llevarme alguien como tú...? —preguntó, viendo fijamente a sus ojos, interponiendo las manos entre su pecho y ella.—

Insisto porque desde que te ví en el concierto... Te deseo. —Bufó por las narices, dejando entrar su diestra sobre el bolsillo del glúteo izquierdo femenino, sin tanta piedad a lo que opinase, sintiese, o dijese.— Déjame invitarte a salir, quizá te gusten mis guitarras... —Sonrió, levantó el mentón.— ¿O no deseas pertenecerme?

Maldito... — No le era agradable la sensación, más aún cuando se trataba de un desconocido. Ya tenía más que ganado su desprecio, así que no le sería tan fácil hacerse de ella solo por sus desquiciados antojos. La mano le quedó tentida, tensa, por la fuerza del brazo metálico.— ¿Por qué mierda insistes?, ni te conozco... — Se rindió en ese momento, no tenía otro método para atacarlo, mucho menos en su estado, ese que le priva ser un demonio y la obliga a estar como humana.— ...

Mi lugar ya lo tengo. —Siguió apretando el glúteo con su mano humana, se satisfacía de ello, sentía su grosor expandirse, sus carnes apretarse, y ese pantalón ceñido arrugarse conforme la manoseaba. No fue hasta que su cachetada voló al aire, que la frenó con la mano robótica, interponiéndola en medio.— Tú ya eres mía, cállate.

Dueño de tus fantasías, ¿Quién carajo te crees que eres? — No entendía que mierda sucedía con él, pero algo era claro, no iba a darle el placer de hacerse su dueño únicamente por palabras. Anais forcejeó, ahora más que enojada por su atrevimiento. Colérica le voló un cachetada con fuerza en dirección a su rostro, tal habrá sido el golpe que dejó su palma enrojecida.— Pórtate bien una basura, ganate tu lugar, ¿entiendes? ~

Cállate. —Tomó con fuerza el brazo de la mujer, replegado desde el antebrazo, con un tirón que la haría ponerse par con par.— A mi me respetás, porque el dueño soy yo. —Sonrió, ahora bajando la diestra contra sus glúteos, esos que azotó, jaloneó, apretó y finalmente hundió entre las yemas.— Pórtate bien, hmh.

Ya veremos quien termina lamiendo los pies del otro... — Se sacudió el cabello con desinterés, no tenía ningún motivo para asesinarlo o no, simplemente era diversión para ella. Pensó incluso más seria, que no estaría mal tener un juguete de entretenimiento, sonrió para si misma, y se le acercó ignorando su hostilidad de segundos antes y extendió el brazo derecho con delicadeza, cual reina que espera ser atendida.— No te veo besando mi mano, serás mi súbdito, o tal vez mi muñeco de juegos, que esperas. — Arqueó una ceja, sonriendo a medio lado. Le pareció justo el trato que le ofrecía, era demasiado más bien para tratarse de ese ser.—

Que seas morbosa conmigo, te vuelve deseosa de mí, ¿Quién está a los pies de quién ahora? —Sus ojos brillaron cómo dos destellos tras esos lentes de sol, recibiendo fragante el destello de los cuchillos que en el aire fueron directo a atisbar su paz y perturbar su vida, esos que en frenesí se clavaron sobre el brazo metálico que metió, rompiendo el primer escudo de energía.— ¿Ahora buscas asesinarme?