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Mel1573257 · 22-25, M
A veces, debía admitirlo, se iba de la lengua, si bien sus intenciones solían ser malentendidas; esa fue una de tales ocasiones. Si fue por seguir guardándose su as secreto bajo la manga, o simplemente no alcanzó a reaccionar, quedará en el misterio; lo cierto es que, en una fracción de segundo, se halló dándose de morros contra la mesa, golpeado y encima con la columna más encorvada de lo normal: una de las poses más incómodas posibles para estar sentado. —Mhm... — Fue cuanto alcanzó a murmurar, moviendo la mano cual si agitase un pañuelo blanco en señal de tregua; esta vez no podría decir que no lo había visto venir, aunque su empleo de la palabra "trasero" no había sido tan literal.

Aunque, por otro lado, Maeve sí que podía presumir de una retaguardia envidiable...
"Lindo trasero tuyo."

Las palabras resonaron en la cabeza de Maeve como si de una declaración de guerra se tratasen, ¡pero qué terrible falta de respeto era esa! Nada podía esperar de un ex soldado del imperio, eso era cierto, pero con su honor nadie tenía el derecho de meterse; ni siquiera un bárbaro de mala cuna y bobalicón como lo era Mael a sus ojos. — Niður. —Nuevamente su mirada se tornó dorada, aunque está vez no fue para atraer algún objeto a la cara del muchacho, sino que su magia obligó a Mael a agachar la cabeza hasta pegarla a la mesa y quedarse ahí. — Si vuelves a hablar de mí o de mi trasero de esa forma tan asquerosa, me voy a asegurar de que tu cabeza se fusione con esa maldita mesa, ¿me oíste, sanguijuela? El rostro de Maeve mostraba una sonrisa forzada y el rubor propio de quien se enfada demasiado, fácilmente confundible con el de la vergüenza.
Mel1573257 · 22-25, M
Esta vez, a pesar de su agilidad, no había gran espacio para maniobrar; además de que bien podría darle una pequeña victoria de vez en cuando, así que el libro le impactó de lleno en el rostro, haciéndolo quejarse más por reflejo que por dolor. —¡Ouch! Comprnedo que me detestes, pero, ¿qué culpa tiene el pobre libro? —Dijo, a la vez de sobarse la frente y nariz, ligeramente enrojecidas merced al golpe. Sin embargo, no había rastro alguno de molestia en su expresión; en momentos como ese parecía el dueño resignado de un felino mimado e intratable, hablando con mesura, sin inmutarse por las pullas o trastadas de Maeve. —Ya soy bastante útil, gracias. A veces sería agradable tener un poco de agradecimiento por las veces que he salvado ese lindo trasero tuyo; ¡ay, la ingratitud!
Maeve respondió el comentario con una sonrisa forzada, a veces olvidaba que Mael era mucho más que un soldado con cabeza de chorlito — pese a preferir morir que admitir aquello en voz alta. Sus ojos adquirieron un tono dorado por un breve instante, el mismo tiempo en el que hizo un movimiento de muñeca que encantó el tomo y lo obligó a alzarse para pegarse a la cara de Mael. — Mete más tus narices entonces en los libros para que dejes de ser tan infantil; quizá aprendas una cosa o dos que te hagan de utilidad.
Mel1573257 · 22-25, M
—Por mucho que me agrade verte enfurruñada, querida Maeve, temo decepcionarte; este tomo no es parte de tu colección. —Apenas y levantó la vista de su lectura, habiendo acomodado sus pertenencias —guardadas a buen recaudo en el zurrón de cuero— en un rincón de la habitación, para responder la pregunta de la chica en su habitual forma despreocupada y ligeramente irónica. —De vez en cuando me da por ejercitar la mente, en vez de repartir espadazos a diestra y siniestra. ¿Acaso no es una sorpresa?
— ¿Es ese uno de mis libros, Mael? —Al fin estaban en una posada decente donde existían muebles y, lo más importante, suaves camas. Maeve dejó sus cosas sobre la misma mesa en la que Mael se había acomodado, haciendo un estruendo al dejarla caer sin cuidado alguno. — Por tu bien, espero que no.

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