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—... Boom.
 
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Mel1573257 · 22-25, M
Y, aunque sabía de sobra que la chica se habría de cobrar los chistes que él hacía —como cada vez que él hacía gala de su humor; es decir, prácticamente todos los días—, se le veía campechano y casi risueño, dejando en evidencia cuán cómodo se sentía con su compañera de viaje; añadiendo, por supuesto, al nuevo elemento del equipo, a quien parecía darle la bienvenida sin miramientos. Si realmente era un ingenuo confianzudo, o bajo aquella careta bullía la astucia, sería cosa difícil de saber; sin embargo, si era capaz de salir incólume de sus reyertas con Maeve, y no parecía preocupado en absoluto por los posibles riesgos de un tercero, quizá era más lo segundo que lo primero.

—En fin, ya va a caer la noche y aún no hemos conseguido la cena; no me apetece carne seca. ¿Deberíamos buscar algo para llenar el estómago? Si encontramos un animal sabroso, hasta podría compartirles un poquito de mi elixir de la felicidad. ¿Qué dicen?
Mel1573257 · 22-25, M
Uno de los principales protagonistas en cada escena que compartía con Maeve, eran sus reflejos; cosa que fue probada por enésima vez cuando hubo de retirar el pie antes de que el tacón de la chica lo hallase, deslizándolo atrás un momento antes de que hiciera impacto. Se guardó de reclamar porque sabía que se había ganado el pisotón; pero eso no evitó que soltara una breve risilla, más divertido que consternado ante los aires grandilocuentes de Maeve y el desconcierto de Ayax. Vaya que los viajes se harían más divertidos con tal compañía.

—¡Ah! No te preocupes; tengo mis trucos —dijo, acomodándose la daga al costado, entre el cinturón y el pantalón; no sin antes hacerla girar en su mano, demostrando una vez más su habilidad con las armas. Era un acto reflejo de su pasada vida castrense. —; como verás, ella no ha dicho que le estorbo; tan solo que la provoco. Anda tú a saber lo que le provoco... Sería material de una interesaaante conversación.
— Es un acto de inteligencia que cualquiera haría para sobrevivir. —Corrigió sin una pizca de vergüenza en su tono; Maeve había hecho muchas cosas que se considerarían “indignas” para poder sobrevivir cada día, y no se arrepentía en absoluto de eso. — No puedo darte la mano y jurar que no te haré daño si me estorbas, pero prometo intentar no matarte. Si no me provocas… Como el inútil de aquí… —Señaló a Mael con desdén, él ya era hombre muerto, o al menos picado por escorpiones, al amanecer. — Estaremos en paz.

Alzó las cejas y cruzó los brazos sobre su pecho, dando por cerrado un trato invisible entre ella y el nuevo.
Su pequeña sonrisa se transformó en una mueca de claro disgusto conforme las palabras empezaron a salir de la boca de Mael. Maeve lo hubiera atacado en ese instante – no por la halagadora comparación con bestias y dragones, sino por la de ponerla a la par de un gato doméstico – de no ser porque Ayax se interpuso en su respuesta; había algo en ese dúo recién formado, le daba la impresión de que harían sus viajes muy, muy, muy largos. Bufó con pesadez, acomodando su oscura y despeinada melena antes de abrirse paso hasta la mano del viajero, sin embargo, cuando pasó frente a Mael no se molestó siquiera en esquivar los pies del peliblanco, clavando sus tacones en donde calculó que se encontrarían los dedos.
AxT1569448 · M
... no habría peligro ni posible agresión. Al menos no de su parte.
AxT1569448 · M
Con sorpresa y alzando las cejas cual si de verdad estuviese sorprendido por la comparativa, Ayax observó a Maeve intentando encontrar esa similitud con los felinos pese al inminente peligro bajo la mano que Mael usaba para azorar el cabello femenino.

Aclaró la garganta, quizás podría aligerar la tensión y evitar que su nuevo amigo perdiera la mano y señaló la daga que le entregó como muestra de buena fe.

—Puedes dormir con ella bajo la almohada si te parece. —Ocultó el hecho de tener otra tras la espalda, justo bajo el carcaj. Casi que se animaba a obsequiársela imaginando que podría necesitarla más adelante. Se volvió a Maeve y aún con la sonrisa apretada concedió que por esa vez, no convendría discutir con ella.

—Y usted pierda cuidado. No suelo atacar a mis enemigos mientras duermen. Es un acto vil que solo los cobardes ejecutan para salir bien librados. —Fue cuando ofreció la mano derecha a modo de concretar así un pacto tácito que una vez ella aceptara ...
Mel1573257 · 22-25, M
—Aunque, por otra parte —comenzó, al parecer ignorando lo poco que a Maeve le gustaba ser molestada; pues de nuevo pasó su mano por la nutrida melena oscura, aunque esta vez se limitó a una sencilla palmada que recordaría a los mimos que se le hacen a los gatos domésticos —, ella es como un gatito salvaje, ¿sabes? —La media sonrisa burlona que dedicó a Ayax dejó en claro que pretendía seguir con la broma; a esas alturas, sería imposible decir si era un hombre valiente... O sencillamente no tenía el menor instinto de supervivencia. —Rasguña, pero porque es la única forma en la que sabe demostrar afecto. ¡Es tan tierna, en ocasiones!
Mel1573257 · 22-25, M
—Ayax, no pretendo poner en entredicho tu conocimiento, pero —Buena parte de la razón por la que solía salir bien librado de situaciones incómodas o tensas, era su sentido del humor; aunque en compañía de alguien como Maeve era equivalente a caminar sobre una cuerda floja, donde la caída podría significar recibir poco más que maltratos de la chica. Así, fue lo primero que intentó demostrar, en aras de calmar un poco los ánimos; para ello, bajó la voz, cual si se dispusiera a hacer una confidencia, mas no lo suficiente como para evitar que Maeve lo escuchara; de modo que la intención fue más que obvia. —... He conocido dragones y bestias que serían adorables mascotas, si los comparo con mi querida compañera. —Acto seguido, tomó el mango de la daga, lanzándola en el aire con desparpajo y atrapándola por el filo, con apenas dos dedos: también podía hacer alarde de cierta destreza, así no fuese adepto a presumir.
— Créeme, viajero, nunca te encontraste con un peligro similar al que represento yo. —Su mirada acusó un brillo dorado instantáneo que desapareció tan pronto como Maeve ladeó la cabeza. Los depredadores hacían muestra de sus colmillos para amenazar; ella la hacía con el sello de su magia. — Debes tener cuidado, muchos han cometido el error de subestimarme... Y ha sido fatal. —Recuperó la compostura, colocando sus manos tras su espalda y sonriendo casi con amabilidad genuina, aunque pareciera más bien que estaba haciendo un esfuerzo titánico para no atacar. — En fin, bienvenido a nuestro ahora trío. No me estorbes mucho, por favor. —Canturreó como frase final.
Como si se tratase de un gato arisco, Maeve se hizo a un lado cuando Mael empezó a pasar sus dedos por el cabello femenino, componiendo en su rostro una mueca de desagrado muy propia de ella. ¿Por qué su compañero de viaje era tan tontamente confianzudo? Maeve había aprendido desde niña que el mundo era hostil y que, en pos de su propia supervivencia, tenía que cuidarse a sí misma, permitiéndose únicamente confiar en escasas personas para lograr sus fines; no obstante, uno de esos elegidos era el jovial y demasiado amable de Mael. Maeve podría jurar que él era el verdadero castigo por todos los males que la fémina había hecho en el pasado.

Cuando su mirada volvió a la — aparentemente — nueva adición al grupo, observó con atención la manera en la que el viajero cedió su daga y escuchó las palabras tan presuntuosas que salieron de su boca, mismas que le causaron una pequeña risilla.

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