Mil y un preguntas que hacer rondaron la mente de Aysel cuando de nuevo la analizó. Era la primera dragona que conocía en su vida, y encontraba curioso como el concepto parecía ser bastante diferente de lo que percibía. De nuevo llevó sus manos hacia los cuernos de la chica, pero se detuvo de inmediato y en su lugar buscó tomarle de las mejillas, claro, si se dejaba. Todo era con la finalidad de observar mejor su rostro, ver si existía algo más que pudiese usar para siempre identificarla a ella.
— Pensé que podías utilizarlos para destruir o que los podrías utilizar para pelear contra tu misma especie. No lo sé. —Una vez que terminó de hablar solo pudo reírse, porque le parecían irónicas y tontas sus propias palabras.— Pero lo importante es que me gustan tus cuernos. Son especiales, para mí ahora lo son porque son algo que te hace ser tú. Algo único e increíble. —Algo que le gustaría tener más bien, pero no se atrevió a decírselo, solo a sonreírle con calidez.— Son lindos.
