— Me halagas, pero no creo que mis manos fuesen tan suaves como dices. —Esbozó una sonrisa, entre burlona y complacida mientras que sus manos bajaron ahora hasta el nacimiento de aquellos cuernos. Allí se aprovechó, solo por curiosidad, para tocarle el cabello e ir descubriendo si de alguna forma podían afectar su anatomía o podía encontrar la misma sensación que en los cuernos. Y claramente erró, porque la suavidad que descubrió era diferente a la aspereza.— No lo sé, si fuesen blandos sería aún más curioso tocarlos. Tal vez podría hacerlos tomar alguna nueva forma o podrían caerse si los toco.
Finalmente, apartó sus manos y las miró por un momento, aún podía experimentar la sensación y alimentar el recuerdo cuando se frotó las palmas con los dedos. Era agradable, sin duda había captado totalmente su atención.
— ¿Para qué los usas? ¿Peleas con ellos? ¿Has herido a alguien? ¿O solo son características de tu especie?
