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Max presionó los labios con tanta fuerza que estos se volvieron una delgada línea recta. Esa misma tarde había quedado con los chicos para ir a patearles el trasero en una sesión de arcade, y realmente quería ir. Ya había pasado mucho tiempo mirando el techo desde la cama de su habitación porque la música en un volumen moderado molestaba al "querido" Billy.

¡Quería vagar!, ¡quería divertirse!, ¡quería tener libertad!

Miró por la ventana sin responder nada. No afirmaría un buen comportamiento que no planeaba tener si es que podía escaparse de hacerlo. Bingo. Eso haría: escapar. Saldría por la puerta trasera y nadie se enteraría de su huida. Excepto, claro, sus amigos.

Sonrió apenas, con precaución para que Billy no la viera y esperó, preparando mentalmente los detalles de su plan recientemente titulado "Escabullirse del perdedor".
Que no se repita, pequeño monstruo.

-Apretó el agarre para finalizar la amenaza, previo a soltarla sin delicadeza. Había llegado a un acuerdo con su padre, el cuidar de Maxine todas las tardes hasta que la noche del viernes llegara. ¿El motivo? Una fiesta priorizaba la lista de tareas de Billy, una fiesta en ese pueblo sin gracia, repleto de perdedores que se impresionaban fácilmente. Pero una fiesta, a fin de cuentas, donde buscaría ganarse la confianza de cada uno de sus ‘compañeros’ hasta que ser visto como el nuevo rey de la generación. Las ansias le recorrían internamente; cuidar de Max le volvía el sueño lejano-

Te llevaré a casa, harás tu tarea y no me molestarás por el resto de la tarde. -Introdujo las llaves al costado del volante y las giró. El motor rugió y Billy sonrió con gusto-
Su "yo" de siempre quizo oponerse, ser sarcástica y decirle cosas horribles, pero su otro "yo" recordaba los exabruptos, el miedo cuando él se volvía loco y rompia cosas a su paso. Era como un huracán y ella temía quedar en medio de su destructor paso.

—Como digas... —su boca actuó antes de que pudiera medir sus palabras, por lo que rectificó de inmediato— Lo entendí —afirmó en el tono más descuidado que pudo poner. Era su mirada la que reflejaba lo alterada que estaba —. Sueltame ya.

Sumisión. Su ahora pan de cada día.
Sumisión. Max había leído esa palabra alguna vez en uno de los tantos cómics que se esparcian a lo largo de su habitación; pero para ella, en aquellos ayeres, el significado le había sido totalmente ajeno. En su burbuja infantil existían los buenos y los malos. Los malos siempre perdían, los buenos prevalecían. Tan sencillo como eso.

Pero Billy le había mostrado lo equivocada que había estado.

Mientras él hablaba sobre como quería que ella se alejara de sus amigos, Max observaba el exterior a través de la ventana. No se había percatado pero su postura era diferente a la que ella usualmente ostentaba; parecía que la seguridad se había drenado de su ser y ya no era ella sino otra Max, una que se sobresaltó al ser sostenida con firmeza de la mano y al escuchar la voz firme de su medio hermano.
*como una bestia a punto de atacar-

DIME QUE LO ENTENDISTE, MAXINE.
Creo que no entendiste nuestra última conversación, ¿cierto, Maxine?

-Las fosas nasales de Billy se abrían notoriamente a raíz del creciente enojo que la situación había ameritado. La puerta de su tan querido camaro azul sufría las consecuencias de años de descontrol emocional; clavaba los dedos al filo de la puerta, tamborileándolos para imponer autoridad y miedo-



Te advertí que no te acercaras a esos chicos. Te lo dije, hay personas que son peligrosas y esa bola de críos no hacen más que meterse en problemas. Dime, ¿eso es lo que quieres? -Viró la mirada a su media hermana; había pesadez irradiando en ese par de ojos azules-

No te acercarás a ellos nunca más, ¿entendiste? -Esperaba la actitud indiferente de la pelirroja, así que antes de que esta pudiese actuar, le agarró la mano derecha y se inclinó hacia ella com

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