**Entre tanto, el joven comandante, sin importar los agravios que sufrió la noche anterior, se levantó a la mañana siguiente, para ejecutar su deber. Pese a que la herida del muslo lo hacía cojear, y en ocasiones tenía que usar bastón, lo hizo. Y sólo la subida a las escalinatas de la trampilla, es cuando usó dicho instrumento para apoyarse.
Ahí estaban. Los agitadores y rebeldes al orden de su majestad, el Monarca Reinhard von Höllenfeuer. Todos con una soga a sus cuellos, pisando una pendiente que luego caería, para su ejecución.
Sin importar la mirada en terror de algunos, o completa indiferencia; pues ya ni intentaban pedir piedad. No a alguien como el segundo príncipe, que ya se había hecho una reputación de despiadado; simplemente esperaban la ejecución.**
Últimas palabras. **Aunque con la voz atrofiada por los estrangulamientos de anoche; el joven demandó con firmeza, y, ante la negativa de los condenados, el joven sólo se acercó