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¿Wendigo? No, Hermano Medio: Croatano.
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JB1535635 · F
No era que se creyera suertuda. Jenna tenía la creencia que era capaz de amoldar cualquier situación a su favor, ya que no todo llegaba como un regalo del cielo. Así que construía su propio camino, airosa. De esa manera había sujetado al contrario para que la acompañara y fuera su cubierta, de esa manera había pateado al barista para que se le complicaran las cosas a la guerrera, por eso ahora estaba ahí, sintiendo cómo su muñeca era liberada. Las marcas violáceas sobre la piel no iban a tardar mucho en aparecer como un bonito recuerdo de lo que estaba sucediendo ahí. Jenna sonrió, agradecida de que pudiera tener las dos manos libres.

Aunque ella continuara encima de él. Todo muy injusto. Quizás ya era momento de levantarse, aunque sospechaba que si realizaba cualquier movimiento, ese puño iría a caer en su cara y aunque los moretones en la cara tenían un cierto encanto, este se perdía en el momento en que Emilia decidía reñirla por estos, porque «qué iría a decirle Zhar cuando la viera así» mientras que se lo cubría con maquillaje. Tortuoso y fastidioso proceso, sinceramente:— Cassiopeia es una muchacha capaz de tomar la forma de cualquier animal —respondió con naturalidad como si le estuviera diciendo la hora y no una habilidad bastante extraordinaria.

La reencarnada ladeó el rostro aún con esa pequeña sonrisa en el rostro y asintió con la cabeza. Aquello era mejor de quienes se rehusaban a escucharla y preferían buscar a alguien más que se encargara de ella—. Respira, que no me voy a ir a ningún lado —consoló la muchacha mientras que el tropel de preguntas llegaba. ¡Por supuesto que no se iba a ir! ¡Quería ver esos caminos en acción! Quizás no con su propio cuerpo, pero quizás podría encontrar algo por allí para medir la fuerza de estos. De paso, esos ojos. Brillantes y dorados, de colección. Lo más seguro era que sería él quien terminara yéndose primero—. Soy una reencarnada —aburrido, siguiente—, porque eres grande y una buena cubierta —obvio, siguiente—, no es un poder sino un portal —esto sí era interesante. Con un ademán le señaló el dije sobre su clavícula.

Un dije en forma de rosa colgaba de la cadena. Plateada y brillante, pero inútil en ese momento, solo que eso no tenía por qué saberlo él—. Esto es lo que utilizamos para movernos a donde queramos y como no quería que un barista de dos metros me rompiera la cabeza o una guerrera me hundiera un puñal en la yugular decidí utilizarlo —relajó su mano del puño y lo señaló con el índice—; sin embargo, si tienes ganas de volver y enfrentarte a todo eso, solo dime y lo arreglamos. De hecho, te arrastré para que no tuvieras que enfrentarte a lo mismo, pero uno nunca sabe de qué disfruta cada uno —le fue imposible no picar una vez más. Podría haberse quedado callada, pero no. Por supuesto que no.
 
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