Ladeó el rostro hacia donde Mako arremetía una y otra vez. En silencio. Cuando se detuvo por un momento, ella cruzó de brazos—. Entonces eres más estúpido de lo que creía. — Y de estupidez, Jenna sabía bastante. — Quieres enfrentarte a condenados, pero no conoces a tu enemigo. Dices que vas a darles caza; sin embargo, no evalúas otras variables como la posibilidad que no sean los únicos en el menú.
La morena desvió su mirada hacia los nudillos de Mako y negó con la cabeza—. Ojalá tuvieras alguien para detenerte, Mako, porque terminarás siendo la víctima y el culpable de este circo.
Retiró su espalda de la pared y con una ligereza en sus pies digna de alguien que cargaba poco o nada de preocupación en su tamaño, Jenna caminó de vuelta al portal aún abierto—. Todo cae por su propio peso. Lo hice yo, lo hizo tu gente y también lo harás tú. No necesito por qué torturarte para eso, aunque, dato curioso, nunca lo he hecho. Gracias por el crédito de todas formas.
No es diversión, es lo que debe ser. —Elevó sus ojos hacía ella, frunciendo el ceño totalmente y alzando sus colmillos desde debajo de sus labios–. No eres nadie para detenerme.
Y no eres nadie para hablar de mi gente, no puedes ni siquiera imaginar el dolor que han pasado; su sufrimiento. Solo eres una torturadora de mierda.
—Cerró su puño, y con violencia lo dejó caer contra la pared. Una, otra y otra vez hasta que los nudillos sangrasen, pues no quería romper nada, solo canalizar la furia—
Todavía no entiendes nada, idiota. Soy el último que queda de ellos. No hay retorno si yo muero, no es un complejo de héroe, es una condena.
Bane extendió la mano para recibir las fotos. Cuando su mirada volvió al muchacho, la reencarnada sonrió—. Apuesto a que te vas a entretener buscando una manera de matarnos, ¿quién soy yo para detenerte? —la pregunta retórica quedó volando en el aire conforme ella guardaba la foto.
Jenna apoyó su cabeza en la pared con la despreocupación destilando por cada uno de sus poros—. Si sentiste el dolor de tu gente en el Inframundo es porque llegaron allí por su propia cuenta, Mako. Después de todo, allá se pagan las atrocidades que hiciste en vida… o que ellos hicieron en vida. — La muchacha se encogió de hombros con una sonrisa en el rostro.
Ese tono ligero de voz que había usado hasta el momento, cambió cuando volvió a hablar:— Pero, ¿qué sabes tú de ello? Para ti todo es blanco y negro. Debo admitir que tu complejo de héroe es enternecedor. — Y patético. Jenna había vivido lo suficiente para descubrir una inmensa gama de grises.
Te di una oportunidad para que seamos amigos, y me traicionaste. Te perdone la vida porqué eres una mierda inmortal e irreal, pero aún así sigues cabreando.
—Dijo mientras tomaba las fotografías y veía a las personas, intentando fijar los rostros en la mente para no tener que tomar más las cosas de ella—
No me uniré a ninguna cacería, yo mismo encontraré la forma para matarlos, y cuando la aprenda la usaré en ti. Todavía recuerdo el dolor de mi gente en ese mundo infernal, no lo olvidaré jamás.
¡Genial! — Jenna no de inmutó con las palabras de Mako. El tono despectivo en «tu gente» o la creencia a que ella estaba excusando su comportamiento pasaron por encima de sus rulitos disparados en todas direcciones. De su bolsillo sacó dos fotos pequeñas donde se veían a dos hombres.
La reencarnada podría haberle dicho sus nombres y que merecían morir mas no. La reencarnada afirmó lo estupidos que habían sido al intentar hacer el uso excesivo de sus habilidades para su propio beneficio al punto de causar daño colateral—. En fin, iba a hacerlo pero luego recordé la aberración que me tenías por lo que venía a preguntar si te unías a la cacería o no.
Pues vuelve ahí, no necesito que te excuses con tonterías. —Tajante, solo verle le irritaba; pues no fingía su disgusto por la mujer, a la que acusaba de corrompida y horrible bajo esa piel humana que falsamente tenía. Alzó una de sus cejas, mientras se cruzaba de brazos— No voy a hacer tú trabajo. Pero ya que te dispones a delatar a tu propia gente, te escucho.
Oye, pero míralo así: primera vez conociéndonos y ya llevándote a mi casa, así de bien me caíste —mientras que Mako soltaba argumentos válidos y con peso, Jenna recibía tales como si se trataran de herramientas para que ella hiciera malabares y armara un espectáculo digno de risas de fondo.
Como el hecho de catalogar uno de los dominios del Inframundo como su hogar. Si Mako quisiera podría imaginar una cola de demonio onduleándose de un lado a otro con cada palabra que ella soltaba.
La reencarnada chasqueó los dedos y lo señaló con el índice—. Ya que no me puedes matar... ¿qué me dices de otros reencarnados? De mi misma calaña, solo que estúpidos —lo suficiente como para que la asociación quisiera deshacerse de ellos y ella también buscara mandarlos de una patada a una década de castigos en uno de los dominios.
—Dijo con terquedad, mientras se daba vuelta para mirarle de frente. Sacó sus manos del bolsillo para poder señalarle directamente, avanzando un par de pasos—
No puedo olvidar el lugar dónde me enviaste. Ni tampoco olvidar lo que eres. No puedo confiar en ti.
La única forma de poder sacarme la tensión sería matarte, y como no puedo, ignorarte o insultarte es solo una bendición.
Porque eso sería darte demasiados gustos y no veo ningún provecho para mi, ¿qué clase de pregunta es esa? — Jenna dejó que Mako hiciera su pequeño espectáculo de enojo por solo compartir el mismo aire que ella y finalmente se encogió de hombros—. Quiero dos cosas: la primera que dejemos atrás los malos tragos —que habían empezado por su propia mano— y la segunda... —la muchacha ladeó el rostro— no sé, depende, ¿quieres sacarte un poco la tensión?
