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La noche me llama.
 
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Y tú no reconoces el tuyo, dumbass.

—Negó una y dos veces, ni más ni menos. Mientras que tomando ese rostro, entrecerro sus propios ojos para deleitarse con esa tentadora muestra de devoción y de sinceridad, que sin dudas le gustaba al croatano—

"Otra vez" no, nunca dejaste de pertenecerme. Tu cuerpo puede regenerarse y puedes ocultar tus heridas, pero en el fondo...

En el fondo... —Repitió, posando su dedo justo en el inicio de sus pulposos labios, fruta jugosa a la cual, en este momento, no tenía miedo alguno de ser mordida por ella, pues decía la verdad— En el fondo sigue mi marca ¿no es así? Y esa es imborrable. No tomo en serio muchas cosas, pero si tomo en serio lo que me pertenece... así que no lo dudes, porque tendré que demostrarte lo contrario.
El mundo tiene reglas para criaturas inferiores, no para mí. Sin embargo, es bueno saber que reconoces tu lugar.

-Un beso fugaz plantó sobre su oreja, justo por debajo del lóbulo. Entre tanto sus manos se aferraban a dicha camiseta como si del moreno buscara ese calor excepcional al moldear su silueta contra el mismo.-

Extraño tu sabor, tu olor adherirse a mi piel. No me avergüenza decirlo, que quiero pertenecerte otra vez.

-En cercanía sus sonrosadas mejillas podrían encajar perfectamente entre las palmas ajenas, de atreverse. Toda su atención ahora recaía sobre ese rostro tallado en facciones toscas que sin lugar a dudas la cautivaban, adelantándose con un cálido beso proyectado en sus labios hacia la comisura donde igualmente besó.-
Probablemente.

—Cerró sus garras, intentando mantener por supuesto, su primigenio lado bien oculto, bien escondido dentro del moreno. Sonríe, nada más que para demostrar su autocontrol cuando ella le susurraba—

Quizás así sea, Aisha. Pero no aquí, no ahora. El mundo tiene reglas, que de seguro odias seguir ¡Y a mi me encanta hacerte cosas que odias!

—Aseguró de forma sádica, cruel y bromista. Mientras acercaba su boca hacía la opuesta susurrante, quería atesorar esa pequeña cara entre sus amplias manos, rodearle las mejillas y presionarle con fuerza al alzarle, no quería solo besarle, queria morderle los labios en una feroz succión—

¿Y a ti no, demonia?
¿Piensas marcar tu territorio en esos árboles o qué? Perro sucio.

-Bromeó en su incredulidad, afirmando sus uñas sobre la musculatura de aquel brazo, esta vez sin oponerse al rebelde actuar de su contrario. El dolor punzante que ocasionaba esa garra afilada incrustada en su piel era tan embriagante que la estremecía desde su retorcida forma de ver. Cediendo a la inclinación de su cabeza, en un jadeo que aplacó al morderse el labio.-

A este punto no lo puedo ocultar. Despiertas ese lado de mí que no te corresponde tentar...~

-Esa sonrisa gustosa y camuflada en malicia jamás se borró de la boca femenina. Quien al ser liberada, acomodó sus cabellos a un lado dejando expuesta esa marca roja en su nuca. Y con reaproximarse a éste, recargó su esbelto torso sobre el ajeno para empinarse al oído y susurrarle mientras que sus brazos lo acorralaban por la cintura.-

Deleitate con mi sabor, pero estoy segura que hay más rincones que te gustaría probar.
No es una burla, es una declaración de amor ¿quieres ir a los arboles de cerezos?

—Coleccionaba sus moretones nuevos, por encima de los músculos y la piel morena, otras heridas existían ahí mezcladas por ese punzante dolor. Le gustaba verle así, disfrutando de su tortura, y no por eso cedió, sino más bien lo opuesto, sumó uno de sus dedos al castigo, penetrando su nívea piel con una de sus uñas para obligarle a bajar un poco su cabeza—

No puedes ocultar que eres adorable con tu sucia perversión.

—Dijo soltando finalmente su piel, alzando sus garras para poder acercarlos hacía sus labios y lamiendo su sangre sin ningún tipo de pudor. El brillo celeste de sus ojos delataba ese gusto— Mmh.
¡Ya!
Deja de burlarte de mí, perro horrendo.

-Refutó ante esa carcajada tan escandalosa que la exasperaba aun más, asestándole un golpe tras otro con el codo sin piedad. Poco le importaba si era molesto o no para él, quería zafarse de algún modo aún si no medía las consecuencias.-

Te mereces ese codazo y más.

-Fue entonces que al ser apresada de la nuca, atinó un golpe final antes de que sus manos fuesen directo al brazo contrario para sostenerse de ahí y un doloroso quejido escapara de sus labios al momento que esas garras se prendieran de su piel. La electricidad que recibía de aquel daño no era precisamente una sensación desagradable para alguien que disfruta la tortura, por lo que el calor de sus pómulos se remarcó con la perversa curvatura de una sonrisa y sus pupilas clavadas en él, tan brillantes y ansiosas, lo desafiaban a continuar.-

Eso, castígame.
¿Te acuerdas de nuestro primer día?

Que romántica resultaste ser.

—"Aw" sentenció en una alargada risotada, justamente para humillarla por su rubor, aún así, ocultaba el propio en su morena piel. Sacudió su sangre desde el dedo, riendo en voz alta—

No pudiste matarme ahí, no podrás matarme ahora, no quieres.

—Dijo soltando un bufido al sentir su estómago siendo golpeado por su codo. Alzó su diestra para intentar cazarle desde la nuca, expandiendo sus garras afiladas para acentuar sus puntas en la piel de ella, intentando afirmar su agarre sin ningún tipo de remordimiento del dolor—
-Una ceja se alzó en ella al escucharle en su actitud más típica, y con el índice ajeno aún contenido en sus dientes, enterraría los colmillos sin importar que desgarrase algo de piel en el proceso. Liberándole tan pronto como cumpliera con su cometido.-

Porque eres molesto. Debí acabar contigo desde el primer día.

-Bufó en su replicar, siendo que al verse atraída contra el masculino, forcejeó bajo ese brazo fornido que la atrapaba y sus pies con cierta desventaja, forzados a avanzar, trataron de seguirle el paso torpemente. Con esto y la vergüenza a tope, su rostro enrojeció más, pegándole un codazo en la cintura como forma de desquite.-

Cállate, tonto... y suéltame. Vamos a tropezar.
Que filosofica puedes ser cuanto tienes hambre.

—Concluyó al sentir la mordida en su dedo índice. Inesperado, pero con ver el rubor ajeno en su rostro más que satisfecho. Retomó su sadismo al hablar, solo para no exponer su naturaleza cálida y acogedora—

Eres asquerosa cuando te ruborizas. Asquerosamente adorable.
¿Por qué no lo haces más seguido, Aisha?

—Se reía mientras comenzaba a caminar junto a ella, llevándola a rastras de ser necesario. Mako aprovechaba su fuerza, su potencia fornida y su altura para eso, uso su brazo para rodear su cintura y acercarla contra él, haciendo muy difícil el caminar, pero divertido sin dudas—

¿Que vas a romper tu, asquerosa? Nuestro asqueroso nidito...
Bueno, que sea difícil es lo que la hace más divertida, pero es sólo mi opinión.

-Recalcó, deslizando su diestra por el brazo libre donde al llegar a la altura del codo, abrazó su extremidad al tiempo que pondría la mirada en otra dirección y con la frente ceñida, sus labios igualmente se apretaron en un murmullo.-

La opinión de una asquerosa no tiene relevancia.

-Fue así que ante la primera caricia en sus pómulos, la sorpresa de esa acción hizo que su atención se devuelva en él. Y con el rostro más relajado por la calidez de su contacto, un rubor suave se tiñó en sus mejillas. Ladeando con la intención de lamerle la palma de una mano y subir hasta alcanzar su índice donde le plantó un mordisco.-

Si te gusta meterte en problemas elegiste bien, porque no pienso reponer nada de lo que pueda romper.

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