Un cachorro mal comportado no se merece ni un premio...

-Indicó tras comer. Había dejado pequeñas mordidas en el filete crudo y residuos de sangre teñían su comisura labial pese a relamer su propia boca.
Sonrió en media luna al notar la desesperación en su mirada, y supo entonces que debía ajustarlo más bajo esa cola demoníaca que lo encarcelaba e impedía que se moviera. Acercó el rostro para besar la punta de su nariz, bajó e hizo lo mismo con sus labios dejando una huella minúscula de sangre sobre ellos, entre tanto sus uñas habían arrancado un pedazo de la carne que acercaría gradualmente a su ajeno hasta que con unos milímetros de llegar a su boca, alejase la porción sin más.-

¡Espera!

-Entonces mordió una parte, reduciendo la cantidad que iba a darle para ponerla finalmente cerca a sus labios.-

Aunque me da igual si entras en Rabia, puede resultar incluso más entretenido ¿no te parece?