En un acto digno de devoción absoluta, su cuerpo se petrificó ante las acciones de su dueña, y su mirada solo intentó seguir las curvas de la silueta ajena en ese encantador contoneo que le regaló. Las mismas que inevitablemente agitaban al varón. — ¿A-A-Aah.. y.. y la recompensa? — Pecó de avaricioso; pues ya solo aquella dedicatoria de la fémina le bastó para cortocircuitar sus sinapsis, y ya quería saber que más podía recibir de ella. El temblor fue recíproco al tanteo que le hizo en el torso, y mientras más se prolongara, más sensible estaría.