En un acto digno de devoción absoluta, su cuerpo se petrificó ante las acciones de su dueña, y su mirada solo intentó seguir las curvas de la silueta ajena en ese encantador contoneo que le regaló. Las mismas que inevitablemente agitaban al varón. — ¿A-A-Aah.. y.. y la recompensa? — Pecó de avaricioso; pues ya solo aquella dedicatoria de la fémina le bastó para cortocircuitar sus sinapsis, y ya quería saber que más podía recibir de ella. El temblor fue recíproco al tanteo que le hizo en el torso, y mientras más se prolongara, más sensible estaría.
Sutil, y sobre todo parsimoniosa como acto seductor, a decir verdad casi hipnótico redujo la minúscula distancia tras inclinar el torso en dirección del adolescente; entonces, instó a convertirse en el único interés visual. Silente, al menos un par de segundos y condescender tal deleite.
— De acuerdo...— Sería tajante, no sin antes con tonalidad melódica articular sílaba a sílaba aquel nombre, paulatina, sumamente astuta para acorralar a cual incauto perro leal por mera complacencia propia. — Den-ji-kun... El castigo será tan satisfactorio para ambos. — No era suficiente, de modo que el jugueteo incluyó, los finos dedos transitaban entre supuestas caricias, delineando el tronco varonil a su paso y claro, sin apartar la vista anillada.
— ¿Y.. — Visiblemente tímido se frotó el antebrazo ante su mirada, que le debilitaba, pero que ante todo le ponía nervioso. — .. ¿Me lo podrías explicar? ¿A-Al.. al oído? — Tartamudeó mientras ladeó el rostro para ofrecerle la disposición de su oreja, y el color carmín saludable de su rostro solo hacía más comprensible su comportamiento.
