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Makimaspet · M
Carente de cordura, su psique parecía incapaz de procesar aquel instante que se dilataba en el tiempo, y se volvía eterno para él. Tragar saliva era ya una muletilla sensorial, así como sus pupilas que escaneaban la veracidad del interés de su ama. Parecía mareado, y todo por la inmensa y serena presencia que la mirada ajena le reflejaba.
Cuando creyó que podía persistir, fue cuando más ingenuo estuvo; pues ni siquiera se percató de que le leía tan bien, como para volver a tomarle por sorpresa al sentir su pólice en su lengua.
Ya le era imposible vocalizar, y su primer instinto fue atraparle en sus labios y en boca para probar de ella.
Ahí fue cuando la faceta del menor se trastornó, y la sinceridad brotó en cada una de sus expresiones sufridas; de cejas fruncidas, y ojos cerrados. Se dedicó a saborear el gusto de su piel, y gimió ante un placer mas bien inusitado. Inspirado completamente por la tensión y expectativa de quien más creía amar.
Cuando creyó que podía persistir, fue cuando más ingenuo estuvo; pues ni siquiera se percató de que le leía tan bien, como para volver a tomarle por sorpresa al sentir su pólice en su lengua.
Ya le era imposible vocalizar, y su primer instinto fue atraparle en sus labios y en boca para probar de ella.
Ahí fue cuando la faceta del menor se trastornó, y la sinceridad brotó en cada una de sus expresiones sufridas; de cejas fruncidas, y ojos cerrados. Se dedicó a saborear el gusto de su piel, y gimió ante un placer mas bien inusitado. Inspirado completamente por la tensión y expectativa de quien más creía amar.
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