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Makimaspet · M
De primeras, el sin decoro de su expresión explicó la felicidad correspondiente de obtener la aprobación ajena; La más escasa, la que en el fondo más le llenaba, y la única que en verdad le importaba. Los ojos se le cerraban, y el roce fue suficiente para hacerlo relamerse. Tembloroso por los nervios de creer que obtendría más, tragó su propia saliva y sin saberlo se quedó hipnotizado en las pupilas de sus peculiares ojos, con la boca abierta, y tan atónito que tartamudeaba. ¡M—Makima-sa..!
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