La albina siguió corriendo por las calles, con la practica que tenía no le era difícil llegar a recorrer grandes distancias sin cansarse, pero sería la curiosidad quien la detendría; entró a un callejón para poderse ocultar de los ojos simples de la ciudad, quería ver cual había sido su premio en esa ocasión. Y vaya sorpresa se llevó al ver tan espléndida arma.

—Por eso me darán mucho... Fundido o completo será bueno.— Se dijo a si misma.

Tomó camino con más calma al mercado negro, no sospechaba que ya la estarían buscando, y aún que lo supiera, no cambiaría mucho su actitud, su verdadera diversión era correr riesgos mortales.

Para ella era normal sacar las orejas y la cola cual lican que era una vez terminaba el trabajo, por lo general, con este aspecto se le acercaban menos. No tardo en llegar al destino con el arma en mano y rápidamente cogio rumbo al puesto de su mejor postor y conocedor para ese tipo de cosas: un viejo anciano yakusa ya retirado, era de los pocos que