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MajimaGoro1578570 · 41-45, M
El distintivo eco de sus pasos fue remplazado por el bullicio de una ciudad que dormía cuando los demás salían a trabajar. Una última calada a su cigarro y con destreza lo disparó con un golpe a la colilla hacia el pavimento, a medio quemar. Había caído una llovizna hace algún rato; la vio mientras cobraba el dinero que ahora pesaba en los bolsillos del saco. – Ahora solo te burlas de mí. Me hieres. – Con la mano derecha sobre el corazón, exagerando el dolor habitual que era infligido a él por los menores con su tajante sinceridad. – ¿Qué me dices de Habibi? ¿Cambiaría de parecer si le llevamos Takoyaki todos los días? Podría ser como el gato gordito de los americanos.
 
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