—El día que seamos olvidados, tú y yo dejaremos de tener poder sobre este mundo. Y cuando todos aquellos que podamos usurpar sus nombres también lo sean... No habrá nada que domine en dónde los celestiales e infernales gobiernan.

Terminó aquellas palabras, para ver como ella arrojaba al suelo un frasco con un alma, la luz de ella se extinguió de inmediato. Pues el resentimiento ante la energía de Ahzi la había hecho consumirse. Molesto, apretó sus puños, mandíbula tensa, quería, sí podía aunque fuera hacer justicia...
Pero había quedado desconcertado, sus palabras no eran crípticas, sabía a lo que se refería, sí no era el amo de todos, era quién la traición llevaba en su nombre. Sintió entonces su brazo arder, gruñendo en molestia, buscó controlarse antes de que el fastidio le jugara en contra.

—No. Él nunca volverá. —Sentenció con mirada firme y mentón hacia arriba, mostrando valor.

—Y el día que eso llegue a ocurrir moriré antes de que pueda darte el gusto, Dahaka.