Cerró los ojos y respiró profundamente. Había perdido un poco la esperanza y no quería que él viera su desesperación por morir.

—Podemos comenzar solo por eso.

Mientras tanto, ella comenzó a buscar algo entre sus ropajes, en aquellos bolsillos que ella mantenía ocultos a la vista. Sus manos aún estaban un poco temblorosas, algo que no le había sucedido en mucho tiempo, pues era extraño que alguien pudiese observarla, a excepción de su dios, que se parecía de pronto para interrumpir su cotidianidad y paz.

Se mantuvo todo el tiempo, tras haber encontrado un brebaje en sus ropas, con las manos sobre su propio rostro, no para ocultar ya el desagrado de un aroma, sino para poder calmar sus propias facciones... No estaba segura si había sido un mensaje o mera casualidad; tuvo que controlar la urgencia por saber de quién se trataba ya que él parecía renuente a decírselo... Pero su desesperación por terminar su camino en este mundo la habían empujado a romperse quizá un poco.

—¿Favor? No. —Dijo con naturalidad, tratando de no verse sorprendida. No lo notó nuevamente. —Solo que se presentara.

Conforme iba caminando, el extranjero se fue despojando de sus ropas y artículos, sólo se dejó una tela que rodeando su cintura funcionaba como un paño, y en su brazo izquierdo, mostrándose una incomodidad con el brazo mal vendado, pero lo suficiente como para no poder verse el mismo. Fue entonces al agua, nadando incluso hasta sumergirse para quitarse el pésimo aroma. Fue entonces hasta la orilla, recostando su cabeza sobre sus manos quiénes se apoyaban en la orilla misma.

—Así que... Querías un favor a cambio. ¿De qué puedo serle útil, señorita?

Desconcertado, sería la palabra más apropiada. Esa expresión y esa gran esperanza impuesta en él no eran normales. Su primer pensamiento fue que en aquél mundo friolento los Dioses eran tan ruines que ni con sus lacayos eran corteses.
Estaba ahora cruzado de brazos, escuchando y mirándola, quería entender qué sucedía, pero era algo que sabría conforme avanzara el tiempo.
Además agradeció aquella información.

—Sí puedo darme un baño ahí, podré ayudarte con todo el gusto del mundo; será nuestro trato.

Dijo, dándose la vuelta en dirección del brazo de la mujer.

[...]hacía tras encontrar a un desamparado: prestar ayuda. Desconocía las circunstancias, pero estaba consciente de lo que los hombres hacen entre ellos cuando estaban envueltos en situaciones como el combate, pues ella misma, en su anterior vida, había sido uno de esos combatientes. Hizo un gesto al extranjero con la mano diestra, apuntando hacia el este, deshaciéndose de lo que le quedaba de esa esencia asgardiana.

—En corto, hay un estanque que suelo utilizar para mis brebajes. —Dijo, en un tono suave, de pronto sintiéndose un poco cohibida con aquella mirada. —El agua corre con naturalidad desde el fondo, por lo que siempre se mantiene limpia y cristalina, además de templada gracias al corazón cálido de la montaña. Puede limpiarse en ese lugar... pero, a cambio de la información, le pido... no. —Dio un resoplido. —Le suplico me diga la razón de su llegada aquí. Que me diga al menos... la razón por la que puede verme.

—La empatía es una parte importante de un... espere... ¿ha podido verlo?

Dio un paso en reversa, no porque sintiera temor de esa persona (había pocas cosas que le asustaban en ese punto de su vida, de su segunda vida), sino para encontrar mayor estabilidad en el suelo que pisaba; era incapaz de discernir qué clase de persona era, pero el pensamiento anterior, el de su ruego, estaba muy presente y palpitante en su cabeza.

—Solo los espíritus son capaces de verme en esa forma... pero usted posee densidad y, bueno, aroma. —Lo miraba, al inicio, como un ser extraño. Pero, conforme recordaba su plegaria, cambiaba a un dejo de esperanza, pequeño, albergado en su pecho. —No es un espíritu. Pero ni siquiera aquellos que son capaces de verlos han podido percibirlo... sé que sueno insistente, pero... quiero saber si usted es la respuesta que busco.

Antes de que pudiera contestar algo más, aferrándose a esa pequeña esperanza que tenía aferrada a su pecho, decidió hacer lo que normalment

cabeza, pidiendo perdón por tan mala presentación.

—Disculpe, sí apesto un poco, uno de esos hombres vió divertido descargarse en mí.

Y la incomodidad llegó al persa, quién con su mano libre tomó parte del candys para olfatearse a sí mismo. Sí. Olía feo. Arrugó de inmediato la nariz, y aunque ya se encargaría de eso después, se había encontrado admirando los ojos tan azules como el cielo de los que ella era poseedora.

Él hizo un sonido con la lengua, en señal de negación, al mismo tiempo que movía el índice en un rotundo no.
Aquella mujer, debía estar demasiado asustada, pudo verlo, incluso sentirlo, pues aunque su alma heroica no era en realidad. La verdad es que sí pudo haber aquellas hermosas alas en blanco inmaculado, la armadura que revestía y esa lanza que hacían el porte digno de una importante guerrera.

—Sí aquella defensora se muestra vulnerable, ¿Qué podrán pensar esas personas que debes proteger?

Dijo, no en son de amenaza. Ella había logrado que aquellas almas pudieran escapar, lo hizo incluso con la valentía que sí hacía digna de aquella vestidura bélica. Pero ahora, ante él parecía encontrarse con una persona totalmente distinta.

—No tengas miedo —dijo en voz calma y le extendió su mano derecha—, no busco hacer daño a nadie de aquí. Sólo estoy de viaje.

Respondiendo a su pregunta, el viajero sonrió. Y aunque era verdad (Su pésimo olor por la orina), simplemente agachó

[...]que es un extranjero...

Tuvo un escalofrío intenso en ese instante... ¿era la respuesta a la oración que hacía hace unos momentos? Eso la impresionó aun más de forma visible, al grado de cortársele el aire bruscamente; se llevó una de las manos al pecho, suavemente, queriendo no verse tan vulnerable a como realmente estaba.

—¿Quién es usted? —Volvió a repetir la pregunta.

Su reacción, al escuchar una voz <<viva>> junto a ella, fue la de girarse con los brazos extendidos, sosteniendo algo que era físicamente invisible, pero se notaba como una lanza ante los ojos de las almas heróicas que podían contemplarla con su armadura y alas extendidas. Estaba algo inquieta por toda la situación que había sucedido, lo inusual de ésta. Tembló un poco al verlo, abriendo un poco los ojos en sorpresa.

—No lo escuché. —Dijo, bajando las manos, sin saberse exactamente si era algo para el desconocido o para sí misma.

No pudo evitar quedarse contemplando a ese hombre en silencio, durante unos momentos, mientras el aroma a flores se desvanecía al mismo tiempo que la armadura, alas y arma lo hacían. No estaba segura de su gesto. Su mirada azulada se cerró completamente, al tiempo que ambas manos se dirigían sobre su propio rostro.

—Huele mal. —Dijo, sin mayor cuidado, volviendo a abrir los ojos para mirarle. —¿Quién es usted? ¿Qué hace en este lugar? Es claro