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Mahdi · 100+, M
La señora se agarró de la túnica, sus dedos temblorosos se aferraban tan firmes como podían, ya hacía años que ese cuerpo había perdido las fuerzas. Siguiendo atrapada hasta el día que decida descansar, ella lo miró con sus ojos casi blancos y las bolsas debajo bastante marcadas por los años.
—Quiero verlos de nuevo —Dijo ella con una voz aguda y entrecortada—, mis hijos, nietos. No quiero irme sin ellos.
Mahdi entonces se volvió a Yuki, sus ojos ámbar le decían que por favor ayudara, pues él intentó hace tiempo convencerla, pero la mujer era obstinada. Solo porque le imploró cada vez que lo intentó es la razón por la que Mahdi aún no había enviado su alma a descansar.
—Estamos apenas ingresando, y como ella, existen muchos acá que aún se rehúsan a continuar con su otra vida. Bienvenida al limbo, dama del fuego.
—Quiero verlos de nuevo —Dijo ella con una voz aguda y entrecortada—, mis hijos, nietos. No quiero irme sin ellos.
Mahdi entonces se volvió a Yuki, sus ojos ámbar le decían que por favor ayudara, pues él intentó hace tiempo convencerla, pero la mujer era obstinada. Solo porque le imploró cada vez que lo intentó es la razón por la que Mahdi aún no había enviado su alma a descansar.
—Estamos apenas ingresando, y como ella, existen muchos acá que aún se rehúsan a continuar con su otra vida. Bienvenida al limbo, dama del fuego.
Mahdi · 100+, M
Apenas había podido avanzar, cuando entre la oscuridad la figura de esa gentil y débil anciana se presentó ante ellos, y como una polilla, fue atraída hacia la luz, no solo la del hombre. Ella parecía tan cautivada por la flama de la pelirroja que incluso bastó escucharla suplicando por más de su poder para que Yuki accediera en brindarle su flama.
Mahdi, asombrado en silencio se apartó un poco. Conocía bien ese espíritu perdido, quién vagaba en busca de la salvación.
—Aún no se ha ido porque los está esperando —Dijo con cierta tristeza, sus suspiros llevaron la motivación previa a una melancolía al empatizar con la alma—, murió y espera que yo traiga a su familia para poder irse todos juntos. Ha esperado y el frio de acá parece estarla afectando más.
Fue cuando él se acercó por fin. Quitándose el candys para ofrecérselo, rodeando sus ya cansados hombros y encorvada espalda con el manto que caracterizaba su gente.
—Madam, por favor, tiene que descansar.
(...)
Mahdi, asombrado en silencio se apartó un poco. Conocía bien ese espíritu perdido, quién vagaba en busca de la salvación.
—Aún no se ha ido porque los está esperando —Dijo con cierta tristeza, sus suspiros llevaron la motivación previa a una melancolía al empatizar con la alma—, murió y espera que yo traiga a su familia para poder irse todos juntos. Ha esperado y el frio de acá parece estarla afectando más.
Fue cuando él se acercó por fin. Quitándose el candys para ofrecérselo, rodeando sus ya cansados hombros y encorvada espalda con el manto que caracterizaba su gente.
—Madam, por favor, tiene que descansar.
(...)
Yuki2104 · F
a la cara de la mujer, esperando otorgarle un beneficio con ella, aunque no sabía que efecto podría causarle poseerla en un lugar tan oscuro y decadente como el que estaban explorando.-
Yuki2104 · F
—No lo haré —Respondió la mujer con una sonrisa—Creo que ya tengo un buen guía —Le guiñó un ojo, al tiempo que extiende la diestra al frente, haciendo arder su propio fuego en la palma de la mano para ayudar a alumbar y brindar calor para ambos en los alrededores.
—Aunque como Dante, no me importaría atravesar el Infierno en busca de lo que hubiese perdido, más si es una razón importante para continuar en vida. —Se detuvo entonces al ver una mano quedarse extendida en el camino. Estaba reseca y de un olor maloliente, pero lejos de causarle asco o repulsión, se inclinó para acercar el fuego a la cara de la decrépita mujer quien entre dientes amarillentos y astillados intentaba asomar la lengua para articular palabras.
—Luz... más luz... — No podía entender como habían unos seres que parecían recelosos de acercarse a la luz divina de Mahdi y el fuego de la pelirroja, y otros como ella, que parecían querer tocarla.
En un acto de misericordia, intentó acercar la flama (
—Aunque como Dante, no me importaría atravesar el Infierno en busca de lo que hubiese perdido, más si es una razón importante para continuar en vida. —Se detuvo entonces al ver una mano quedarse extendida en el camino. Estaba reseca y de un olor maloliente, pero lejos de causarle asco o repulsión, se inclinó para acercar el fuego a la cara de la decrépita mujer quien entre dientes amarillentos y astillados intentaba asomar la lengua para articular palabras.
—Luz... más luz... — No podía entender como habían unos seres que parecían recelosos de acercarse a la luz divina de Mahdi y el fuego de la pelirroja, y otros como ella, que parecían querer tocarla.
En un acto de misericordia, intentó acercar la flama (
Mahdi · 100+, M
de los vivos, dejándolos ahora con la suave luz de la vela, iluminando lo que tenían en frente; millones de ojos de cazadores que los miraban. Gritaban maldiciones en idiomas inentendibles. Repudiando una vez más a Mahdi y su luz sagrada.
Mahdi · 100+, M
Mahdi sonrió. Estaba más que complacido, aquella declaración le hicieron ver que, dentro de todo existían inmortales que aún en su eterna soledad, de su falta de sentido a la búsqueda de respuestas y pérdida de propósito, todavía había algo de humanidad que los hacía pensar en que si los Dioses les arrebataron el cielo, entonces ellos mismos harían uno para sí mismos.
Tan hermoso fue que tuvo que parar. Sacó entonces su libro y pluma, marcando aquellas palabras de la dama del fuego entre sus hojas.
—Tus palabras llegarán muy lejos, darán alivio a los afligidos y un rayo de esperanza azotará sus almas perdidas —volvió a guardar sus cosas y la miró divertido—, pero no esperes a Virgilio en la entrada, algunos no tienen la suerte de Dante.
Y no evitó reírse un poco, más que burla, compañerismo, cual un grupo de camaradas. Mahdi retomó el ritmo, guiándolos hacia las profundidades. Mientras detrás de ellos el portal se iba cerrando, extinguiendo los últimos rayos de la luz del mun
Tan hermoso fue que tuvo que parar. Sacó entonces su libro y pluma, marcando aquellas palabras de la dama del fuego entre sus hojas.
—Tus palabras llegarán muy lejos, darán alivio a los afligidos y un rayo de esperanza azotará sus almas perdidas —volvió a guardar sus cosas y la miró divertido—, pero no esperes a Virgilio en la entrada, algunos no tienen la suerte de Dante.
Y no evitó reírse un poco, más que burla, compañerismo, cual un grupo de camaradas. Mahdi retomó el ritmo, guiándolos hacia las profundidades. Mientras detrás de ellos el portal se iba cerrando, extinguiendo los últimos rayos de la luz del mun
Yuki2104 · F
-Pensóen ello en su momento, pero al final fue algo que dejó en el olvido.
—Tenemos la vida eterna, creo que podríamos hacernos nuestro propio cielo aquí. Después de todo, ¿No fue él quién nos fijó un designio? De haber querido que disfrutáramos de un cielo, pienso que pudo habernos dado una pequeña mano para lograrlo. — No lo dijo resentida, a pesar de que fue precisamente por intervención divina que había perdido tanto el amor como la vida. Le sonrió a su nuevo amigo. Beleth mientras tanto, había dejado su lugar tras ver a ambos alejarse de la entrada para alcanzar a la mujer de bermeja melena y "guardarse" de nuevo en el sello que la mujer guarda en su espalda, la conexió entre sumon y maestra.
—Dime ¿A dónde vamos nos espera alguien? —
—Tenemos la vida eterna, creo que podríamos hacernos nuestro propio cielo aquí. Después de todo, ¿No fue él quién nos fijó un designio? De haber querido que disfrutáramos de un cielo, pienso que pudo habernos dado una pequeña mano para lograrlo. — No lo dijo resentida, a pesar de que fue precisamente por intervención divina que había perdido tanto el amor como la vida. Le sonrió a su nuevo amigo. Beleth mientras tanto, había dejado su lugar tras ver a ambos alejarse de la entrada para alcanzar a la mujer de bermeja melena y "guardarse" de nuevo en el sello que la mujer guarda en su espalda, la conexió entre sumon y maestra.
—Dime ¿A dónde vamos nos espera alguien? —
Mahdi · 100+, M
—Ha pasado tanto tiempo que no recuerdo la verdadera razón. —Su civilización era antigua, tanto como él. Su religión incluso siendo una de las primeras en afirmar el cielo e infierno. Mahdi recordaba como fue morir—, tal vez buscaba venganza, o una nueva oportunidad para vivir.
Sin embargo, el trato tiene consecuencias, Mahdi de momento era libre, aunque sus palabras dijeran lo contrario, pero eso era mientras Tawrich se terminaba de apoderar de su cuerpo, mientras su amo visitaba en ocasiones para torturarlo, recordarle quién servía a quién. Como Daeva, el persa se había ganado algunos corazones, seguidores y devoción. Pero nada era suficiente como para autoproclamarse libre.
Avanzó por el sendero, iluminando el frente y despejando las criaturas que allí se encontraban.
—¿Has pensado en lo que hemos perdido? El derecho a un cielo.
Sin embargo, el trato tiene consecuencias, Mahdi de momento era libre, aunque sus palabras dijeran lo contrario, pero eso era mientras Tawrich se terminaba de apoderar de su cuerpo, mientras su amo visitaba en ocasiones para torturarlo, recordarle quién servía a quién. Como Daeva, el persa se había ganado algunos corazones, seguidores y devoción. Pero nada era suficiente como para autoproclamarse libre.
Avanzó por el sendero, iluminando el frente y despejando las criaturas que allí se encontraban.
—¿Has pensado en lo que hemos perdido? El derecho a un cielo.
Yuki2104 · F
—Ya veo... —Musitó la mujer al juntar las piezas. No era un demonio como ella, al menos no en cuanto libertad se refería, pues ella incluso tenía el lujo de ir y venir como quisiera, por donde quisiera, cuando lo quisiera. Contaba con el servicio de uno de los reyes del infierno e incluso había modificado su energía base al mezclarla con el miasma de otro demonio de alto rango que ahora se encontraba en el poder de su propio maestro.
No pudo evitar notar la cicatriz en su abdomen. Ella tenía una similar en el pecho, pero gracias a la posición y la forma en cómo había sanado, que no podía notarse tan fácilmente.
Torció ligeramente los labios hacia un lado, pensando en cómo había tal desigualdad incluso entre demonios.
—¿Porqué estás aquí, Mahdi? ¿Elegiste este camino o te fue impuesto? —Cuestionó la mujer mientras alzaba los brazos para atarse el cabello en una coleta tras la nuca para evitar ser tomada por sorpresa por el cabello por alguna de aquellas temerosas almas —
No pudo evitar notar la cicatriz en su abdomen. Ella tenía una similar en el pecho, pero gracias a la posición y la forma en cómo había sanado, que no podía notarse tan fácilmente.
Torció ligeramente los labios hacia un lado, pensando en cómo había tal desigualdad incluso entre demonios.
—¿Porqué estás aquí, Mahdi? ¿Elegiste este camino o te fue impuesto? —Cuestionó la mujer mientras alzaba los brazos para atarse el cabello en una coleta tras la nuca para evitar ser tomada por sorpresa por el cabello por alguna de aquellas temerosas almas —
Mahdi · 100+, M
—Este camino... —volvió a la pelirroja—, es la única manera que tengo de viajar. Algunos viajeros me han contado de sellos y portales que directamente los llevan dónde les plazca. Pero yo no. Este sendero es largo, y fácilmente uno puede perderse. Por favor, manténgase cerca.
Alzó su farol entre ambos, la mirada ámbar de Mahdi estaba ceñida en los ojos contrarios. Mientras que detrás de él una sombra se alzaba, una figura similar al persa, pero con una expresión de odio y ojos carmín que se iba fusionando con el cuerpo de él sin dejar rastro de su presencia.
—Y cuidemos de que nuestros amos no se enteren del viaje. Después de todo compartimos el mismo origen.
Tras dichas palabras se alzó el candys, y en su abdomen, la cicatriz provocada por la hoja de un arma. El inicio de su fin. El recordatorio de cómo todo había empezado.
—Soy Mahdi —volvió a decir, esta vez en un tono más recatado y digno, mostrando valía de su nombre—, antiguo príncipe de los reinos Persa.
Alzó su farol entre ambos, la mirada ámbar de Mahdi estaba ceñida en los ojos contrarios. Mientras que detrás de él una sombra se alzaba, una figura similar al persa, pero con una expresión de odio y ojos carmín que se iba fusionando con el cuerpo de él sin dejar rastro de su presencia.
—Y cuidemos de que nuestros amos no se enteren del viaje. Después de todo compartimos el mismo origen.
Tras dichas palabras se alzó el candys, y en su abdomen, la cicatriz provocada por la hoja de un arma. El inicio de su fin. El recordatorio de cómo todo había empezado.
—Soy Mahdi —volvió a decir, esta vez en un tono más recatado y digno, mostrando valía de su nombre—, antiguo príncipe de los reinos Persa.
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