Aquella forma que adoptó el guerrero hizo que el demonio estallara en risa. Tanto que inclusive tuvo que sobarse el estómago por el dolor que le causó. —¿A eso llamas transformación?— El demonio, tratando de dejar en ridículo al guerrero, decidió transformarse de igual manera. Sus extremidades y su torso se comenzaron a retorcer. En poco tiempo se transformó en una bestia de tres metros de alto y piel oscura, poseyendo monstruosos y afilados cuernos, garras y dientes, y unas inmensas alas similares a las de un murciélago.
Tomando con firmeza su espada, volvió a abalanzarse sobre su oponente, dispuesto a rebanarle la cabeza.