En realidad, no podía desviar la mirada de ella por mucho tiempo, solo haciéndolo por un mero rasgo de buena educación para evitar incomodarle, pero sus ojos no dejaban de pasear con cierta curiosidad por los rasgos de su femenino rostro, desde los labios hasta la piel de sus pómulos ocasionalmente bañados en un encantador y saludable rubor. Ladeó la cabeza para ver al exterior por la puerta abierta por ella por un momento, escuchando la despedida ajena con una sonrisa en lo que daba un paso en dirección hacia el umbral. Pero solo un paso logró dar antes de darse la vuelta, con movimientos realmente más calculados que rápidos, con una fluidez carente de agresividad al levantar la mano derecha, que estaba libre, y así dirigirla con firmeza hasta la diestra contraria. Sus dedos rozaron la suave piel de la fémina al envolverla con cierta delicadeza y atraerla hacia sí mismo, en lo que daba un paso hacia atrás con la pierna izquierda e inclinaba su cuerpo en una profunda reverencia...