— ¿Serena? —no era que no le alegrara la presencia de la rubia, sino la sorpresa de verla aparecer cuando menos lo esperaba. Por supuesto que apenas escuchó su voz, todo en su expresión cambió completamente. Se giró en dirección de la menor, quien (conociéndola) seguramente estaría muy celosa ahora mismo, y aún así agradeció que no hiciera una escena en ese momento—. Estoy bien. Estoy mejor ahora —su rostro recuperó el color, la sonrisa radiante.
Serena era el sol. No tardó en alcanzarla para rodear sus hombros con un brazo.
— Esta chica se llama Valerie, amablemente me preguntó si me encontraba bien —sí, estaba al tanto de que si no le explicaba, la rubia pronto dejaría esa faceta de señorita madura y genuina y únicamente preocupada por la salud del azabache.
Darién.. ¿Pasa algo? ¿Estás bien..? — La Rubia había llegado hacia su apartamento, con unos bocadillos de chocolate que había horneado para él, por lo que encontrarlo mal y en compañía de otra señorita, la hizo sentir raro pero Serena se controló, era más su preocupación por su amado que los celos-
No quiso ser muy indiscreto o irrespetuoso al observar las rosadas hebras de la muchacha, por alguna razón encontraba armonioso ese estilo, y otra parte suya sentía una nostalgia inexplicable. Se pasó una mano por el cabello, acomodándoselo de manera que pudiera despejar su frente.
— Lo tendré en consideración, Valerie —dicho esto, una leve reverencia de agradecimiento le dedicó—. Yo soy Chiba Mamoru. Puedes llamarme Darien, como el resto.
Se reincorporó a la brevedad apenas escuchó una voz desconocida. Llevó una mano a peinar sus cabellos oscuros para después repasar su rostro antes de girarse y dedicarle una sonrisa amable a la señorita.
— Sufro de migrañas algunas veces, nada de qué preocuparse. Pero gracias por preguntar.
