—Quizá con algún arma podría hacerte alguna desgracia pero... tampoco es mi estilo herir a los "buenos".

Intentó librarse del agarre con cierta suavidad, sin prisas. Realizando pequeñas señales con los brazos para que le soltase, ya que la situación comenzaba a tornarse incómoda en la posición en la que se encontraba.

—Sí, sí. Estoy calmadísima, ya puedes soltarme si es que invadir el espacio personal de la gente no es lo tuyo.

—No le pego a una mujer, y menos si esta no sabe defenderse.

Despreocupado de la situación, ya que solo los Special Forces han podido capturarlo y eso fue por mera suerte. Por lo cual cualquier ley que se le pusiera encima le importa poco.

—Si te calmas te suelto preciosa.

De cierta forma logró intuir lo que estaría por acontecer, siendo que creía a Erron capaz de -casi- cualquier cosa, no descartó la posibilidad de terminar en aquella posición. Ni aunque lo viese venir hubiera podido defenderse, pues no era una luchadora veterana tal y como él lo era.

—Puedo denunciarte por abuso de paso. Saldríamos perdiendo los dos si me pegases.

Levantó ligeramente la cabeza, intentando contemplar su reacción de reojo.

Molesto por aquel desafío de querer expulsarle el humo de tabaco en plena cara a él, al famoso asesino del mundo exterior. Lo hizo sentirse ofendido, tomando acciones prontas, al tener cerca a su acompañante con ambos brazos busca tomarle la cintura con la mano diestra y con la zurda inmovilizarle el brazo a modo de aplicar una palanca que pudiera inmovilizarla.

—Te dije que no me retarás.

Demostrando que él no es como los supuestos " hombres " que ella esta acostumbrada a tratar y hacer a su antojo.

—¿Ah, sí?

Sin pudor alguno se acercó lo suficiente como para que el humo a tabaco serpentease frente al rostro ajeno, pudiendo olfatear el aroma de manera más directa y desagradable.

—Venga, demuéstrame que puedes mandar sobre mí.

A veces la actitud de mujer madura y atrayente podía dejarse llevar por trivialidades como aquellas, que le aportaban un toque inmaduro en ocasiones.

Llevándose las manos a la hebilla del cinturón, le dirije una mirada de seriedad y de semblante orgulloso el cual denota que puede perder la paciencia en cualquier momento.

—Yo mando sobre quien yo diga y quiera.

Poniéndose en un plan pesado, ya que no dejará que una mujer se le ponga al tú por tú.

—Quizá quiera hacerlo. ¿Quién me lo impide?

Afiló la mirada, dejando un poco más de lado aquel porte orgulloso y erguido, así acabar con un fruncir de ceño que cargaba con la misma intención de provocarlo.

—Tú no mandas sobre mí, lo sabes, ¿verdad?

—No es buena idea desafiarme.

Fueron las palabras secas y duras de aquel vaquero, que a la siguiente provocación sacara su revólver y disparara sin pensarlo contra aquel cigarrillo.

—¿Y qué piensas hacer para evitarlo, hm?

Le dedicó una mirada desafiante, de forma que mientras lo hacía, seguía inhalando aquel veneno que conseguía un efecto apaciguador en sus circunstancias más estresantes.

—Deja de fumar, esa porquería va a matarte antes que algún caza recompensas lo haga.
—Odiando el humo de la nicotina, ya que considera aquellos productos denominados por él como veneno de muerte lenta. —