El paisaje ya de por sí era diferente, a los ojos humanos el templo parecía sólo un recinto de glorificación que se conservaba y ante sus ojos mortales; Que nadie habitaba.
Salvo ellos que gustaban de aún vivir allí asustándolos, haciéndoles bromas y jugarretas. No había señal de ninguno, optó por su forma humanizada, su rosácea cabellera y ojos purpurinos, estos se centraron en aquel zorro albino que corría en su búsqueda, no era ordinario ella lo conocía mejor que nadie, le sonrió apenas sintió su pelaje.
— ¿No es muy tarde para que me invites de tu presa? —
Bromeó mientras se arrodillaba hasta él y abrirle sus brazos apenas estuvo en el suelo.
— ¿Mhhm?—

La caza podía esperar. El olor de Mirai cerca lo distrajo lo suficiente para desviarlo de su camino, en su dirección. Se presentó ante ella en su forma de zorro, paseandose entre sus piernas, buscando su afecto. La cola esponjada, moviéndose de un lado hacia otro y las orejas gachas eran símbolo de la alegría que sentía al verla.