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M1577915 · M
— No quiero que el mundo vea tu debilidad —dijo, más bien como si estuviera corrigiendo la manera de decirlo antes. A cada segundo iba disminuyendo la velocidad de su vuelo, confiando en que la Bruja le seguiría el paso. Terminó por frenar en seco y tomó aliento.
Colocó ambas manos a la altura de su espalda baja, como hacían los militares. Un instante después, su casco se desprendía de su cabeza, dejando a la vista una cabellera ligeramente larga, plateada y brillante como el mercurio. Y como si tuviera vida propia, el casco se posicionó a su derecha, manteniéndose firme en el aire al lado de su cabeza mientras se giraba sobre su propio eje, hasta encarar a la menor.
— Wanda —la nombró, no con la severidad con la que el amo reprende a su perro, sino como un padre a su hija—, luchamos juntos Pietro, tú y yo por mucho tiempo. Ustedes ya eran mis muchachos, eran mi orgullo, sin saber aún que mi sangre corría por sus venas. [...]
Colocó ambas manos a la altura de su espalda baja, como hacían los militares. Un instante después, su casco se desprendía de su cabeza, dejando a la vista una cabellera ligeramente larga, plateada y brillante como el mercurio. Y como si tuviera vida propia, el casco se posicionó a su derecha, manteniéndose firme en el aire al lado de su cabeza mientras se giraba sobre su propio eje, hasta encarar a la menor.
— Wanda —la nombró, no con la severidad con la que el amo reprende a su perro, sino como un padre a su hija—, luchamos juntos Pietro, tú y yo por mucho tiempo. Ustedes ya eran mis muchachos, eran mi orgullo, sin saber aún que mi sangre corría por sus venas. [...]
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