¿De verdad te gusta estar aquí? Sabes... Hay algo que andaba craneando... —Dijo, y la cosa se le iba un poco de tema en la cabeza, pero Andi a veces recobraba esa postura estoica que da el pavimento pisado. Escupía el humo para el otro lado, para evitar que ella ya coquetease con los vicios—.
Juguemos a algo... Si pudieras elegir otra familia ¿Lo harías? —Hablando con alguien en el trabajo, se enteró de que unos ricos andaban buscando una niña que adoptar sin papeles, rápidamente y sin tanto mambo. Había mucho dinero de por medio, pero eso no le movilizaba a Andi: Verla con harapos casi, herida, sin educación más que su vida nómade proveía y las mañas de los tres. Él la amaba, y no quería dejarla ir, pero quería saber que opinaba la pequeña—
— ¿...? —volteó enseguida mientras buscaba conchas a la orilla del mar. Ya había caído par de veces en aquel rato y la decepción era visible en su rostro al no hallar nada más que piedrecillas y basura.
Así que atendió y corrió de vuelta hacía Andi con los largos cabellos al viento, resplandecientes bajo el rayo del sol hasta llegar a él y prendérsele en un abrazo, atenta a lo que pudiera decirle al levantar el rostro hacia él.
—Dijo Andi, a lo lejos, sentado en una roca. El varón yacía escondido bajo la sombra, y su gorra que ocultaba sus pintas. La visera resplandecía sin embargo, con esos detalles platinados que permitían verlo. El cigarrillo, como compañero, yacía encendido siempre en su boca. Café con Leche corría mordiendo las olas, esperando cazarlas—
