¿Qué comes que adivinas? —Intentó mantener su sonrisa, aunque el gesto desganado del rostro no se desvaneció.— Tengo el lugar listo y ya hay algunas mesas y sillas.

— Se separó un poco solo para mirarle, aún tenía su aspecto triste, sombrío, pero al menos el abrazo, había ayudado un poco. — ¿A dónde iremos? ¿A ver nuestra futura cafetería?

—Por primera vez sonrió en días, el abrazo fue genuino y sumado a las muestras de afecto de sus amigos, este apapacho lo hizo sentir mejor. La abrazó fuerte y hasta la alzó un poco del suelo.— También te extrañé.

— Abrió la puerta y así sin más, el duque estaba frente a su puerta, no pudo evitar abrazarlo rodeandole el cuello con los brazos, quedando un poco a la altura por el escalón de la banqueta. — Lo extrañe tanto.

Acabo de descubrir, que odio caminar tanto. —Ya estaba afuera, esperándola.— ¿Cómo puedes andar todo el día y con tacones?