—Bien, no tardaría demasiado en descubrirlo y molestarme de nuevo. ¿Seguimos? ¡Profesor Flitwick! Sé quién escondió todos sus blanquitos de clase.

—No, en la biblioteca, en tu sitio de siempre. ¡Ja! Creíste que no prestaba atención.

—¿En las rondas con Remus? ¿La sala común? ¿Mi dormitorio? —Soltó una risa suave que intentó ocultar con su mano sobre sus labios.

¡Soplona! Le diré a James donde estás todos los días al caer la noche para que se pase casualmente por ahí a diario. ¿Oíste? D-I-A-R-I-O.

— ... ¡Profesora McGonagall! Anoche creí ver a una extraña criatura de pelaje negro rondar por la entrada de la sala común.

Pero si ya lo eres, pelirroja. ¿Me reportas por infiltrarme en los dormitorios femeninos? No. Eres mi partner in crime.

—No, gracias. Puedo vivir sabiendo que las rompes y no preocupándome de ello; pero no quiero convertirme en cómplice.

Resulta que ser amigo de una sabelotodo no es tan malo. Algún día podré hacerte romper un par de reglas para variar, Evans.