Le miro con una ceja alzada, sin dejar de sonreír, incluso contuvo una carcajada. — No te preocupes, si te dan ganas de cortarlo y tu manita se va mal, se podrá arreglar. — Esa caricia logró sacarle un pequeño temblor. Aunque se compuso a los segundos, mirándole con interés — No, no, no. Tú ganarías sin duda. Hasta los jueces te darían la corona en seguida. — ¡Jajajá! — Se echo a reír con ganas, no había reído así en un largo tiempo; En compañía de la rubia todo era agradable, cómodo y entretenido. Estaba pensando en secuestrarla, seriamente. — No se llama secuestro, si me voy con gusto. — Bromeó.