Se regodeó secretamente en lo asegurado por Edward, y ni tan secretamente; suspiró contra él para abrazarlo un poco más fuerte. El regalo tendría que esperar, pues lo aceptaría con dicha pero se tardaría en soltar al menor.
—Cuéntame qué es y lo veré en un momento —murmuró desde su espacio, seria sin sentirse seria—. Tratas de alejarme muy pronto.
— Lo hago cada que salgo, de hecho, te he traído un pequeño recuerdo. —
Aunque desde ahí no vería su sonrisa, el alquimista la apreciaba a gesto alegre embriagado por el olor que desprendía la suave melena que pretendió mimar unos minutos bajando hasta las puntas.
— ¿Quieres ver?, no es nada del otro mundo. Pero creí que te gustaría.
¿Qué era? Sus labios permanecieron sutilmente entreabiertos mas permanecieron sin soltar palabra alguna que reafirmara la pregunta de su mente.
Los sellados fueron sus párpados, que la sumieron a ella en la obscuridad mientras se estrechaba contra el torso masculino, paralelamente acomodando las manos blanquecinas sobre esa espalda. Cerca, tan cerca.
— ¿Lo hiciste? —la calidez en su pecho le orilló, sí, le orilló a relajarse por completo— . ¿Pensaste en mí?
Sin tener que decírselo dos veces ambos brazos rodearon la esbelta figura que apresó en su pecho y encontró descanso la barbilla encima de su coronilla no sin antes decorar esa zona con un beso.
—¿Entonces lo hice bien? —es lo que entendió, azulados ojos extendiéndose, no, agrandándose ante el acercamiento cálido. Ni chistar pudo, que ya estaba mirando más allá hasta dejar la mejilla contra aquel pecho—. Si terminas de concretar este abrazo, puede que el vacío de tu ausencia se disipe un poco y te perdone.
Oh, que no debía perdonar nada, pero no podía simplemente admitir eso, ¿verdad?
— Fue lo primero que noté, eso es un logro. No todos tienen buen ojo, ¿sabes? — Reía entre dientes acercándose a la castaña a quien tomaría desde las muñecas y tiraría de ella acortando la distancia entre los dos. — Siento no haber estado aquí.
