22-25, M
Rien à dire.
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AKs1570683 · 22-25, F
Los últimos días estuvieron ocurriendo una serie de eventos inesperados hasta para el mismo Wonderland; la presencia de Alice era imperativa para la reina blanca. Con el tiempo, la rubia aprendió a controlar sus entradas y salidas a dicho mundo que, aunque nadie más le creyera, era tangible. Real. No solo un producto de su imaginación. Los animales con capacidad de hablar y reír estaban allí; los conejos apresurados por llegar a tiempo a las reuniones, las liebres que enloquecen con una gota de té, como si éste fuera una especie de droga, y, por supuesto, los sombrereros que bailan con cada miembro del cuerpo en su propia dirección. Wonderland rebosaba en anormalidades; todo un encanto.
Mirana, regente de infraterra, explicó el detalle que la inquietaba desde noches atrás: ahora Alice no era la única chica que caía a Wonderland, no. Hubo visitas esporádicas de otras personas de la misma "dimensión" que Kingsleigh. ¿Acaso los hilos de su imaginación comenzaban a salirse de control? Justo ahora tenían una visita, un chico que quién sabe cómo dio con el reino.
— Alice —, mencionó Mirana, añadiendo dedos de troll a un caldero con agua hirviendo, del que emergía un olor pestilente. — Wonderland está en constante cambio; el cambio es bueno y necesario, pero ésto es atípico. ¿Podrías investigar quién es ese muchacho? Y de ser posible, traerlo aquí. Tengo un par de preguntas que hacerle —
¡Poof!; el caldero chisporroteó en colores verde y ámbar. La reina cocinaba al grado de provocar inapetencia. Tras marcharse de la comodidad -y horrible aroma- del castillo, montó el lomo del Bandersnatch en el jardín y ambos salieron a toda prisa hasta el patio donde la hora del té era protagonista.
— ¡Sombrerero! ¡Liebre! ¡Mallymkun! — Enunció en voz alta conforme iba llegando.
Pintoresca escena a la que se enfrentó: el cardumen de personajes distintivos de Wonderland, encarándose al muchacho que la reina mencionó. Ni bien arribada estuvo la rubia, todos la miraron, con una enorme sonrisa en el rostro y un "¡Alice!" al unísono.

—Debe ser él. — Bajó con cuidado de la criatura; sus pies la condujeron cerca del chico, a quien antes de interceptar, se tomó el tiempo de apreciar la partida. — Las mariquitas son muy sensibles a los gritos y golpes fuertes. No las asustes tanto, son muy amables. — Elevó una ceja, pues alcanzó a escuchar lo de las mariposas-taxi. — Esa es una excelente idea. Todos en infraterra nos desplazaríamos más rápido. Una nueva imposibilidad para descubrir, ¿no crees? —
Mirana, regente de infraterra, explicó el detalle que la inquietaba desde noches atrás: ahora Alice no era la única chica que caía a Wonderland, no. Hubo visitas esporádicas de otras personas de la misma "dimensión" que Kingsleigh. ¿Acaso los hilos de su imaginación comenzaban a salirse de control? Justo ahora tenían una visita, un chico que quién sabe cómo dio con el reino.
— Alice —, mencionó Mirana, añadiendo dedos de troll a un caldero con agua hirviendo, del que emergía un olor pestilente. — Wonderland está en constante cambio; el cambio es bueno y necesario, pero ésto es atípico. ¿Podrías investigar quién es ese muchacho? Y de ser posible, traerlo aquí. Tengo un par de preguntas que hacerle —
¡Poof!; el caldero chisporroteó en colores verde y ámbar. La reina cocinaba al grado de provocar inapetencia. Tras marcharse de la comodidad -y horrible aroma- del castillo, montó el lomo del Bandersnatch en el jardín y ambos salieron a toda prisa hasta el patio donde la hora del té era protagonista.
— ¡Sombrerero! ¡Liebre! ¡Mallymkun! — Enunció en voz alta conforme iba llegando.
Pintoresca escena a la que se enfrentó: el cardumen de personajes distintivos de Wonderland, encarándose al muchacho que la reina mencionó. Ni bien arribada estuvo la rubia, todos la miraron, con una enorme sonrisa en el rostro y un "¡Alice!" al unísono.

—Debe ser él. — Bajó con cuidado de la criatura; sus pies la condujeron cerca del chico, a quien antes de interceptar, se tomó el tiempo de apreciar la partida. — Las mariquitas son muy sensibles a los gritos y golpes fuertes. No las asustes tanto, son muy amables. — Elevó una ceja, pues alcanzó a escuchar lo de las mariposas-taxi. — Esa es una excelente idea. Todos en infraterra nos desplazaríamos más rápido. Una nueva imposibilidad para descubrir, ¿no crees? —